Pensamiento crítico

¿Por qué a pesar de que tenemos todos los conocimientos científicos para hacer que la gente tenga todo lo necesario para vivir sigue creciendo la desigualdad? ¿Qué modelo económico nos ha conducido hasta aquí? ¿Hay alternativas? ¿Hacia qué direcciones apuntan?

En esta parte del blog, invitamos a hacernos llegar vuestras reflexiones sobre estos problemas, aunando tanto la perspectiva crítica como la constructiva.

La posverdad

Como explica el investigador americano Lee McIntyre, autor del libro que lleva ese título (de 2018, traducido en Cátedra), el fenómeno de la “posverdad” se hizo popular en el mundo anglosajón cuando los diccionarios de la editorial Oxford consideraron este término como la palabra del año en 2016. Justo ese año coincidía con la revelación de que la votación del referéndum del Brexit había estado plagada de noticias falsas, distribuidas a través de las redes sociales. Igualmente, coincidió con el ascenso al poder de Donald Trump quien inauguró un estilo público lleno de afirmaciones que no se correspondían con los hechos.

https://www.pexels.com/search/fake%20news/

Los distintos diccionarios de las lenguas comienzan también a introducir este nuevo término con su definición. La que se incluye en el diccionario electrónico de la RAE dice así:

Posverdad (post-truth) 1. f. Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.

Es el intento intencionado de producir desinformación o deformación de la realidad para que el mensaje encaje con las opiniones de quienes las difunden. La correspondencia de las afirmaciones con los hechos ya no interesa. Los discursos son siempre interpretables, pero ahora se atiende a otra dimensión mayor: la falsificación.

La manipulación en la difusión de las noticias ha existido siempre, pero la dimensión actual y su repercusión es mucho mayor. Cuando Donald Trump y sus seguidores, señala McIntyre, mantenían que el cambio climático era un fraude inventado por el Gobierno chino para arruinar la economía de su país, hay un aspecto implicado mucho más grave: “No se trata simplemente de que los que niegan el cambio climático no crean en los hechos, es que solo quieren aceptar aquellos hechos que justifiquen su ideología… Los negacionistas y otros ideólogos abrazan rutinamente un estándar de duda obscenamente alto respecto de los hechos que no quieren creer, junto con una credulidad completa hacia cualquier hecho que encaje con sus planes. El criterio principal que utilizan es lo que favorece sus creencias preexistentes. Esto no supone el abandono de los hechos, sino una corrupción del proceso por el que los hechos se reúnen de forma creíble y se usan de manera fiable para conformar las creencias que uno tiene sobre la realidad” (pp. 39-40).

Por tanto, lo que se observa es que los hechos se conforman con el punto de vista político de quienes los afirman. La posverdad equivale así a una especie de supremacía ideológica a través de la cual sus practicantes tratan de obligar a sus seguidores a que crean en algo concreto, tanto si hay evidencia a favor como si no.

En el ámbito de la ciencia, se observa en el hecho de que los resultados científicos se cuestionan ahora abiertamente por personas inexpertas que discrepan de los científicos. Es el negacionismo científico expresado de forma sistemática. Ante esto, el científico a veces pregunta: “¿dónde está tu evidencia?”. Pero los negacionistas simplemente no responden.

El ejemplo más paradigmático de este negacionismo ha sido en los últimos años el tema del cambio climático. A pesar de la unanimidad de los científicos sobre el incremento de la temperatura global y sobre la constatación de que los humanos son la causa principal de que así sea, se ha convencido al público para que piense que existe una gran controversia científica sobre el asunto. En un análisis sobre ello en 2013, se comprobó en una muestra de 4000 artículos académicos que el 97% de los científicos corroboraban el cambio climático, frente al 27% de los adultos estadounidenses que lo creían (la fuente fueron las encuestas de opinión realizadas al respecto). Hay una divergencia entre lo que piensa la clase científica y lo que cree la ciudadanía. Es una duda que se ha fabricado en la opinión pública, señala McIntyre (p. 57), durante los últimos veinte años por quienes tienen un interés financiero en promoverla. Con todo, esta desinformación masiva no es nueva, tuvo su origen más evidente en el negacionismo sobre los efectos perjudiciales del tabaco en EEUU, extendido en los años cincuenta por las empresas del sector.

Las causas psicológicas de esta extensión de la desinformación parecen estar en lo que se conoce como “sesgo cognitivo”. Nos sentimos mejor pensando que somos inteligentes, que estamos bien informados y que somos personas capaces, más que pensando que no somos nada de eso. Y esta tendencia tiende a reforzarse, y a convertirse en algo razonable, cuando estamos rodeados de otras personas que creen en lo mismo que nosotros. En el presente, esta tendencia se ha agrandado con la participación masiva de la ciudadanía en los grupos en las redes sociales y el debilitamiento de los medios de comunicación; algunos de ellos convertidos en eco de estos debates polarizados e incluso algunos de ellos meros transmisores de ciertas noticias falsas para atraer audiencia.

El coche como «derecho»

Unos meses antes de las últimas elecciones municipales, en un barrio de clase trabajadora de una de nuestras ciudades, un ciudadano se dirigía así a su alcaldesa en un acto de protesta porque estaban suprimiendo plazas de aparcamiento delante de unas escuelas para hacer la zona más accesible a los peatones; sobre todo a las familias con niños:

“En nuestra ciudad… las empresas se han ido deslocalizando y la gente para ir a trabajar tiene que coger el coche cada mañana, irse a los polígonos para trabajar porque las empresas se han marchado. Si nos quitan las plazas de aparcamiento… cómo van a ir las personas a trabajar. Pero no solamente a trabajar, cómo vas a irte de fin de semana, cómo vas a ir de vacaciones o cómo vas a llevar a tus hijos a la playa o al campo. Si nos tenemos que quedar en casa a lo largo de toda la vida porque nos eliminan las plazas de aparcamiento… el coche quedará reservado para las élites que tienen sus cocheras y que tienen sus chalets con plazas de aparcamiento. Y la clase media trabajadora, pues nos quedaremos en casa toda la vida. [Aplausos]”.

https://es.greenpeace.org/es/que-puedes-hacer-tu/consumo/movilidad/

En esta breve intervención, este ciudadano resume la historia de cualquier barrio obrero de nuestras ciudades en las que se encuentran coches aparcados en las calles porque la mayoría de sus bloques de protección oficial se edificaron en los años 50-70 cuando aún no se construían con aparcamientos. A partir de ese momento, esta clase trabajadora empezó a comprarse coches cuando los necesitaba para desplazarse a los nuevos polígonos. Y, a partir de aquí, se inició la costumbre de la movilidad en el fin de semana y en las vacaciones. A los pueblos llegaban también en verano las familias que se habían ido a trabajar a las ciudades. Lo novedoso era que llegaban con coches más modernos cuando a veces los del pueblo aún no los tenían, o solo tenían furgonetas de segunda mano para ir al campo; mucho menos para las vacaciones, concepto y costumbre que todavía no existía en el rural. El coche empezaba a ser un símbolo de progreso solamente para quienes se habían ido a trabajar a la ciudad. Posteriormente, en las décadas siguientes, estos pueblos se llenaron también de coches por todas partes. Aquí no era problema el aparcamiento.

La explicación del ciudadano anterior añade un argumento novedoso con el que se opone a la supresión de una serie de aparcamientos en su zona por razones medioambientales: la consideración del coche como un artefacto imprescindible en su vida (no solo como parte de la movilidad laboral, sino incluso en su tiempo libre) porque lo iguala socialmente con las clases medias y altas de la ciudad. Surge así la metáfora implícita del “coche privado como derecho”, identificando este objeto o artefacto como una categoría que debe ser preservada desde el ámbito legal.

El problema es que este supuesto derecho colisiona en el momento presente de las ciudades con el derecho a la salud por la contaminación excesiva del aire; en el caso concreto que nos ocupa, con el derecho de la infancia a tener entornos escolares libres de contaminación porque la hora de la entrada a los colegios suele coincidir con los picos de mayor densidad de tráfico.

Espacios verdes en Barcelona

En ese mismo acto de protesta, otro ciudadano continúa en la misma línea del anterior, incluso ya explicitando lo que venimos considerando como la metáfora del coche como derecho:

“No no no, los proyectos se diseñan, se consultan, se presentan, se aprueban y hay que hacer el menos daño posible, y hay que respetar todos los derechos y todos los intereses; y no se hace, no se hace. [Aplausos] […] Yo estoy de acuerdo con tu zona verde, pero tú tienes que estar de acuerdo con mis derechos”.

Cuando un derecho no se cumple, se produce un perjuicio para la persona que no lo recibe; es algo evidente y casi una opinión unánime en el campo de la educación o de la salud, por ejemplo. Este segundo ciudadano sigue considerando que tiene derecho a tener un coche y un aparcamiento público para estacionarlo, con lo cual quedan mermados sus derechos si el ayuntamiento se lo quita. Él lo califica como un “daño” recibido. Por ello justifica que las obras municipales tienen que diseñarse y hacerse solamente con el acuerdo ciudadano con una consulta previa. Acepta que se puedan hacer zonas verdes, pero siempre que no le quiten el espacio público que necesita para dejar su coche al que considera tiene derecho como ciudadano de esa ciudad.

Vemos así dónde radica el problema y el conflicto entre estos ciudadanos y su alcaldesa. Una alcaldesa a la que, según la normativa europea actual, se le obliga a reducir la contaminación de la ciudad en unos niveles concretos y en un plazo determinado. En consecuencia tiene que empezar a rediseñar la ciudad de otra forma para conseguir lo que se le exige desde Bruselas; de otra manera la ciudad será penalizada por ello. Sin embargo, si decide ir en contra de la concepción del coche como derecho de sus ciudadanos, también los de la clase trabajadora, esta no le votará en las siguientes elecciones. En su lugar, puede votar, por ejemplo, a los negacionistas del cambio climático, con lo cual en lugar de mejorar la contaminación en los años siguientes aún se podrá agravar más el problema.

En este punto, los lectores ya pueden advertir que el problema que estamos planteando con estos dos testimonios no es una narrativa inventada, sino algo que ha sucedido en varias ciudades españolas a lo largo del pasado año: donde el alcalde anterior había construido carriles bici ahora se quitan para volver a poner aparcamientos y poder llegar así más fácilmente al centro; donde se había diseñado un entorno escolar con zona verde, se deja tal cual para que sigan estacionados los coches; etc. No necesitamos decir dónde han sucedido todos estos ejemplos porque solo tenemos que seguir las noticias con cierta atención e ir poniendo el nombre en cada caso.

Son ciudadanos enfadados porque les han perjudicado en algo puntual. En algunos casos incluso pueden llegar a votar a quienes les ha dado por contradecir a los científicos, considerándolos una especie de agoreros de tiempos apocalípticos en el tema del cambio climático. Los datos empíricos que los científicos les aportan (más objetivos porque son ya abrumadores), no les interesan porque se han encerrado en su marco conceptual en el que creen está la única verdad.

En este contexto, no dudamos ya de que las democracias están en peligro porque empiezan a parecerse a las comunidades con ideas totalitarias. Se trata de sociedades en las que no se puede argumentar y contraargumentar con el fin de llegar a ciertas posiciones de consenso; tampoco se parte de evidencias científicas avaladas empíricamente en cada momento puntual y luego como un proceso continuo.

“Negacionismo climático” como estrategia comunicativa

El tema del conocido como “negacionismo climático” se viene estudiando ya desde diferentes ámbitos científicos. Uno de los posibles es el área del discurso al tratarse de un fenómeno ligado a la confrontación dialógica entre quienes se oponen a las evidencias experimentales que aportan los científicos en sus numerosos informes a lo largo de las últimas décadas. Hasta entonces la “verdad” de la comunidad científica había sido más o menos respetada, aunque se tuviera constancia de errores o de limitaciones en muchos campos del saber; a pesar de ello, el científico no era cuestionado, por lo menos abiertamente en público, como ha sucedido en los últimos años. Llevar el tema del cambio climático al campo de la confrontación comunicativa supone entrar en el esquema de la desacreditación de lo dicho por los científicos como adversarios del progreso y con ello la aceptación de que en este tipo de discurso aparezca la violencia verbal, la ridiculización y/o la demonización de los datos científicos, así como de los grupos ecologistas y de los grupos políticos que secundan sus informes.

Desde la perspectiva discursiva, uno de los autores que han estudiado el discurso negacionista ha sido el investigador valenciano Vicent Salvador, Catedrático de Filología Catalana en la Universitat Jaume I de Castellón, fallecido a principios del presente año.

Acceso a una imagen suya: https://www.youtube.com/watch?v=Hq1VAbb_4SM

En dos artículos de 2022 (referidos al final de este texto), señalaba tres estrategias utilizadas en los discursos negacionistas de la crisis climática:

La primera estrategia es la llamada coartada del escepticismo. Con ella, se defiende que la actitud escéptica ha sido el motor de los avances científicos, una filosofía ya defendida por Descartes y su duda metódica. Los negacionistas explícitos buscan contraejemplos o detectan anomalías puntuales en las teorías formuladas sobre el proceso del calentamiento global, también cuestionan aspectos parciales de las teorías, pero lo hacen sin molestarse en proponer teorías alternativas consistentes. Podríamos decir que critican lo que los científicos dicen, pero ellos no han investigado lo que critican. En términos jurídicos, afirma Vicent Salvador, lo que hacen es “invertir la carga de la prueba”, es decir, exigen a la otra parte que busque más datos para contraargumentarles.

La segunda estrategia consiste en la desacreditación y ridiculización tanto de los argumentos de la parte contraria como de las personas o colectivos que sustentan tales posiciones. Por ejemplo, la desacreditación de los grupos ecologistas, como tribus arrastradas por la moda, utópicos sin sentido y opuestos al progreso de la humanidad (ej. las críticas tan feroces a la joven activista Greta Thumberg). También aparece la mención a los científicos como grupos comprados por las industrias de las renovables o grupos que trabajan en instituciones académicas alejadas de los problemas de la gente; y la crítica a los grupos de izquierdas como utópicos, sin advertir que hasta hace bien poco la izquierda era muy poco ecologista, siguiendo así fielmente el pensamiento marxista del crecimiento infinito para el bien de las clases trabajadoras.

La tercera estrategia tiene que ver con argumentos falaces que se defienden desde grupos sociales que ven el negacionismo como un ejemplo más del deseo de transgredir las normas, del desahogo contra quien está en el poder y de la necesidad de liberarse personalmente como objetivo en sí mismo. Por tanto, estaríamos ante un caso más de comportamientos trasgresores de determinados grupos alternativos frente a las convenciones sociales; en este caso, han hecho del negacionismo climático su protesta y su desafío social; son los que tradicionalmente ha estudiado la Psicología social.

En una entrada anterior (http://www.dialogodesaberes.com/2023/08/hace-calor-como-toda-la-vida/), se ha hecho referencia a cómo en los últimos años en nuestro ámbito cultural ha aparecido un nuevo actor en esta estrategia negacionista: el partido de ultraderecha Vox que se ha unido a la estrategia comunicativa de desafiar abiertamente a la comunidad científica. En las pasadas elecciones aludían explícitamente a las posiciones de estos científicos como de “fanatismo climático”. Se trata de una estrategia que, como expone Salvador, es algo ya muy generalizado a nivel global: se puede rastrear ya en los diferentes partidos de ultraderecha. En este caso, Vox lo que está haciendo es simplemente copiar la estrategia que otros políticos similares han ensayado en sus respectivos países (Trump, Bolsonaro, entre otros).

Artículos citados:

Salvador, Vicent (2022a) “The social debate on energy sources”, en Discursive Approaches to Sociopolitical Polarization and Conflict. Eds. Laura Filardo-Llamas, Esperanza Morales-López y Alan Floyd, pp. 235-252. Londres: Routledge. https://www.routledge.com/Discursive-Approaches-to-Socio-political-Polarization-and-Conflict/Filardo-Llamas-Morales-Lopez-Floyd/p/book/9780367529253#

Salvador, Vicent (2022b) “Análisis del discurso y retórica constructivista. Una aplicación de la teorización francófona”. En Pujante, David y Alonso Prieto (eds.) Una retórica constructivista. Creación y análisis del discurso social, pp. 163-172. Castellón: Universitat Jaume I.


El momento presente y la incertidumbre

Las elecciones de 23 de julio son claves para observar desde los ámbitos científicos y académicos si la ciudadanía es consciente o no de la incertidumbre en la que estamos inmersos. Por un lado, hemos iniciado ya una crisis climática sin precedentes en la historia humana; por otro lado, nunca como hasta el presente se había cuestionado la autoridad de la ciencia, con partidos políticos de extrema derecha, y con medios de comunicación y divulgadores de fake news en las redes sociales que se atreven a deslegitimar a los científicos con términos como “fanáticos climáticos”. Es el «discurso de la desvergüenza», como lo denomina la investigadora austríaca Ruth Wodak. Las investigaciones científicas no son infalibles, pero es una de las pocas realidades que se consideran hoy objetivas y por ello han recibido el respaldo de miles de científicos, interconectados como nunca había sucedido en la historia humana.

El extractivismo infinito

Si las elecciones las gana el bloque de la derecha, con el peligro evidente de que sea Vox quien marque el rumbo en materia climática, o al menos que ralentice los cambios tan urgentes que necesitamos, no hay duda de que el futuro en la península puede entrar en una fase de no retorno: avance de la desertización ante las olas de calor y ante los fenómenos meteorológicos que se predicen más extremos. No es que el resto de partidos de la izquierda y de centro autonómicos sean completamente ecologistas (algunos de ellos también están cercanos a empresas bien contaminantes y destructivas del medioambiente), pero al menos escuchan más a la comunidad científica, y los movimientos sociales y ecologistas pueden hacerles más presión.

Por tanto, creemos que en materia climática sí que hay que pedirle a la ciudadanía española que se piense bien las consecuencias de su voto.

La clave está en la incertidumbre del presente: no sabemos bien si las predicciones serán mayores de lo que ya se vislumbran. Como indica el ecólogo Fernando Valladares: «Ya no está en juego nuestro bienestar, sino nuestra supervivencia» (1). No podemos dejar en manos de la “idiotez humana” el futuro de los niños y los jóvenes que están ahora creciendo.

El pensador francés Edgar Morin (2006, La identidad humana, cap. 3) explica la dualidad de la mente del homo sapiens/ demens:

“[E]l conocimiento humano ha corrido y sigue corriendo riesgos formidables de error y de ilusión… La fragilidad [de la conciencia] le hace estar sujeta a todos los errores posibles del conocimiento humano, agravados incluso porque la conciencia cree encontrar en sí misma la prueba de su verdad y se convence de su buena fe. De ahí las innumerables falsas conciencias y las tan villanas buenas conciencias que florecen en las mentes humanas”.

Cuando el error y la ilusión de esta mente humana sucede en un individuo concreto, el problema es individual y de su entorno familiar. El drama es mayor cuando se hace extensivo a una comunidad.

¿Qué soluciones propone Morin para superar como individuos y como grupos sociales esta debilidad de la conciencia humana? Lo explica bien en la siguiente cita:

“La conciencia controla el pensamiento y la inteligencia, pero necesita ser controlada por ellas. La conciencia necesita ser controlada e inspirada por la inteligencia, la cual necesita tomas de conciencia. De ahí las las múltiples dificultades para que emerja una conciencia lúcida”.

El colapso del desarrollo lineal

Para que el destino de la humanidad no sea tan incierto como predice la comunidad científica con la crisis climática en la que ya hemos entrado, la conciencia tiene que relacionarse continuamente con el pensamiento y la inteligencia. Por ello también necesitamos cultivar estas cualidades con nuevos conocimientos, contrastados continuamente con la ciencia y la experiencia humanas. Este objetivo está hoy al alcance de todos: libros, documentales de naturaleza, de historia, películas científicas, youtubers con argumentos sólidos, etc. No podemos dejar a los partidos políticos negacionistas y a las empresas de “desinformación” que se aprovechen de nuestra ignorancia.

«Inflar» el impuesto de patrimonio

Si de vez cuando atendemos al tema de los impuestos, nos podemos encontrar con noticias como la siguiente en la que es la ciudadanía quien intenta burlar la vigilancia de los recaudadores:

“Tapiar una terraza para ganarle metros a la casa… o construir una casa de campo en terreno rústico, y no declararlo, son algunos claros ejemplos de irregularidades urbanísticas que tiene sus efectos en la ficha catastral que debe responder fielmente a la descripción del activo. Detrás de esta actuación casi siempre está la picaresca para evitar el encarecimiento del recibo del Impuesto de Bienes Inmueble (IBI)l. En otros casos, se trata de un mero desconocimiento de la norma, ya que el titular debe proceder a presentar una declaración de alteración de inmueble” (https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/10/14/economia/1665768602_010284.html).

Pero también se puede leer en el mismo año esta desde la otra parte; esta vez es la administración de Hacienda que intenta defraudar al ciudadano:

“Hacienda admite que infla la valoración de las viviendas y obliga al contribuyente a pagar la reclamación. El Fisco reconoce que los valores de referencia en vigor desde enero suponen una subida artificial de los precios y, por lo tanto, de los impuestos a la vivienda. Con todo, exige al contribuyente que pague y eso sí, dice que puede recurrir, con el coste que supone” (4-5-2022, https://www.vozpopuli.com/economia_y_finanzas/hacienda-infla-valoracion-viviendas.html). Este segundo caso se refiere a la vivienda protegida; y es nada menos que la ministra de Hacienda la que reconoce el fraude.

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El credo capitalista

En otra entrada anterior, hemos abordado el tema del capitalismo desde la perspectiva de un historiador. Ahora lo hacemos desde la mirada de un filósofo. Se trata de Yuval Noah Harrari quien en 2013 publicó uno de sus libros más conocidos Sapiens, de animales a dioses, con el que va recorriendo la evolución de la especie humana desde los primeros vestigios hasta la actualidad. Es un libro bien documentado científicamente, pero de estilo divulgativo, por lo que es adecuado para el público general. En este blog, queremos destacar lo relativo al capitalismo y a la reflexión que hace de él, justo en el momento en que han empezado correr noticias de la quiebra de otro banco, esta vez uno de inversión en California. En fin, como tantas otras, noticias de la especulación financiera que no toca pies en la economía real.

Seleccionamos las siguientes ideas, a veces sintetizadas en su presentación.

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“Las condiciones son las que le hemos expuesto”. Un servicio con Mudanzas Coruña

El enunciado entrecomillado del título fue la respuesta a una clienta que se quejaba porque le estaban cobrando dos veces un servicio de transportes. Quien responde así parece sentirse seguro de que lo sucedido con esta queja no le va a repercutir para la pérdida de clientes. Con todo, ¿pueden las empresas medianas jugársela así cuando tienen tanta competencia de las empresas grandes? La próxima vez ¿habrá que recurrir al “Amazon” de turno?

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¿Es posible un mundo sin bancos?

Este es el título de un libro del economista social Joan Ramon Sanchis Palacio, catedrático de la Universidad de Valencia, publicado en 2016 por El Viejo Topo. Ya hemos mencionado a este investigador en otras entradas porque fue el perito que asesoró a la extinta Plataforma Queremos nuestra Caja en la defensa de la Caja Rural de Mota del Cuervo (luego entregada a Globalcaja por el Banco de España). (Véase al respecto: http://www.dialogodesaberes.com/2020/12/presentacion-y-debate-del-libro-sobre-la-caja-rural-de-mota-del-cuervo-iii/).

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La experiencia de alquiler con un rentista burgués

En esta entrada volvemos al género de la narrativa para dar cuenta de la experiencia de una mujer que alquiló un piso en Barcelona. Comenzaba así su experiencia con un piso que, ubicado en un bloque antiguo, era todo él propiedad de un burgués, aunque gestionado por Fincas Abarca. A lo largo de los nueve años que ha durado este contrato, ha podido constatar algo de cómo se mueven los hilos del alquiler en esta ciudad, sobre todo una de sus consecuencias menos éticas, el sobreprecio.

Esta persona eligió este piso por la cercanía con el piso de un familiar, con lo cual no le era fácil el cambio, a pesar de que pronto empezó a ver cómo se manejaban las empresas dedicadas a este negocio.

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La inversión en energía fotovoltaica, ¿otra burbuja especulativa?

Hace unas semanas la plataforma “Teruel existe” convocó una manifestación para alertar del peligro de la inversión en energía renovable en las zonas despobladas de la Península. El lema era “Renovables sí, pero no así”; un claro aviso para alertar a la población y a la administración de que los beneficios de las energías renovables no pueden ir a parar, como en el negocio de las eléctricas en la actualidad, a las grandes compañías y fondos especulativos.

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