Todas las entradas de: Esperanza Morales

El coche como «derecho»

Unos meses antes de las últimas elecciones municipales, en un barrio de clase trabajadora de una de nuestras ciudades, un ciudadano se dirigía así a su alcaldesa en un acto de protesta porque estaban suprimiendo plazas de aparcamiento delante de unas escuelas para hacer la zona más accesible a los peatones; sobre todo a las familias con niños:

“En nuestra ciudad… las empresas se han ido deslocalizando y la gente para ir a trabajar tiene que coger el coche cada mañana, irse a los polígonos para trabajar porque las empresas se han marchado. Si nos quitan las plazas de aparcamiento… cómo van a ir las personas a trabajar. Pero no solamente a trabajar, cómo vas a irte de fin de semana, cómo vas a ir de vacaciones o cómo vas a llevar a tus hijos a la playa o al campo. Si nos tenemos que quedar en casa a lo largo de toda la vida porque nos eliminan las plazas de aparcamiento… el coche quedará reservado para las élites que tienen sus cocheras y que tienen sus chalets con plazas de aparcamiento. Y la clase media trabajadora, pues nos quedaremos en casa toda la vida. [Aplausos]”.

https://es.greenpeace.org/es/que-puedes-hacer-tu/consumo/movilidad/

En esta breve intervención, este ciudadano resume la historia de cualquier barrio obrero de nuestras ciudades en las que se encuentran coches aparcados en las calles porque la mayoría de sus bloques de protección oficial se edificaron en los años 50-70 cuando aún no se construían con aparcamientos. A partir de ese momento, esta clase trabajadora empezó a comprarse coches cuando los necesitaba para desplazarse a los nuevos polígonos. Y, a partir de aquí, se inició la costumbre de la movilidad en el fin de semana y en las vacaciones. A los pueblos llegaban también en verano las familias que se habían ido a trabajar a las ciudades. Lo novedoso era que llegaban con coches más modernos cuando a veces los del pueblo aún no los tenían, o solo tenían furgonetas de segunda mano para ir al campo; mucho menos para las vacaciones, concepto y costumbre que todavía no existía en el rural. El coche empezaba a ser un símbolo de progreso solamente para quienes se habían ido a trabajar a la ciudad. Posteriormente, en las décadas siguientes, estos pueblos se llenaron también de coches por todas partes. Aquí no era problema el aparcamiento.

La explicación del ciudadano anterior añade un argumento novedoso con el que se opone a la supresión de una serie de aparcamientos en su zona por razones medioambientales: la consideración del coche como un artefacto imprescindible en su vida (no solo como parte de la movilidad laboral, sino incluso en su tiempo libre) porque lo iguala socialmente con las clases medias y altas de la ciudad. Surge así la metáfora implícita del “coche privado como derecho”, identificando este objeto o artefacto como una categoría que debe ser preservada desde el ámbito legal.

El problema es que este supuesto derecho colisiona en el momento presente de las ciudades con el derecho a la salud por la contaminación excesiva del aire; en el caso concreto que nos ocupa, con el derecho de la infancia a tener entornos escolares libres de contaminación porque la hora de la entrada a los colegios suele coincidir con los picos de mayor densidad de tráfico.

Espacios verdes en Barcelona

En ese mismo acto de protesta, otro ciudadano continúa en la misma línea del anterior, incluso ya explicitando lo que venimos considerando como la metáfora del coche como derecho:

“No no no, los proyectos se diseñan, se consultan, se presentan, se aprueban y hay que hacer el menos daño posible, y hay que respetar todos los derechos y todos los intereses; y no se hace, no se hace. [Aplausos] […] Yo estoy de acuerdo con tu zona verde, pero tú tienes que estar de acuerdo con mis derechos”.

Cuando un derecho no se cumple, se produce un perjuicio para la persona que no lo recibe; es algo evidente y casi una opinión unánime en el campo de la educación o de la salud, por ejemplo. Este segundo ciudadano sigue considerando que tiene derecho a tener un coche y un aparcamiento público para estacionarlo, con lo cual quedan mermados sus derechos si el ayuntamiento se lo quita. Él lo califica como un “daño” recibido. Por ello justifica que las obras municipales tienen que diseñarse y hacerse solamente con el acuerdo ciudadano con una consulta previa. Acepta que se puedan hacer zonas verdes, pero siempre que no le quiten el espacio público que necesita para dejar su coche al que considera tiene derecho como ciudadano de esa ciudad.

Vemos así dónde radica el problema y el conflicto entre estos ciudadanos y su alcaldesa. Una alcaldesa a la que, según la normativa europea actual, se le obliga a reducir la contaminación de la ciudad en unos niveles concretos y en un plazo determinado. En consecuencia tiene que empezar a rediseñar la ciudad de otra forma para conseguir lo que se le exige desde Bruselas; de otra manera la ciudad será penalizada por ello. Sin embargo, si decide ir en contra de la concepción del coche como derecho de sus ciudadanos, también los de la clase trabajadora, esta no le votará en las siguientes elecciones. En su lugar, puede votar, por ejemplo, a los negacionistas del cambio climático, con lo cual en lugar de mejorar la contaminación en los años siguientes aún se podrá agravar más el problema.

En este punto, los lectores ya pueden advertir que el problema que estamos planteando con estos dos testimonios no es una narrativa inventada, sino algo que ha sucedido en varias ciudades españolas a lo largo del pasado año: donde el alcalde anterior había construido carriles bici ahora se quitan para volver a poner aparcamientos y poder llegar así más fácilmente al centro; donde se había diseñado un entorno escolar con zona verde, se deja tal cual para que sigan estacionados los coches; etc. No necesitamos decir dónde han sucedido todos estos ejemplos porque solo tenemos que seguir las noticias con cierta atención e ir poniendo el nombre en cada caso.

Son ciudadanos enfadados porque les han perjudicado en algo puntual. En algunos casos incluso pueden llegar a votar a quienes les ha dado por contradecir a los científicos, considerándolos una especie de agoreros de tiempos apocalípticos en el tema del cambio climático. Los datos empíricos que los científicos les aportan (más objetivos porque son ya abrumadores), no les interesan porque se han encerrado en su marco conceptual en el que creen está la única verdad.

En este contexto, no dudamos ya de que las democracias están en peligro porque empiezan a parecerse a las comunidades con ideas totalitarias. Se trata de sociedades en las que no se puede argumentar y contraargumentar con el fin de llegar a ciertas posiciones de consenso; tampoco se parte de evidencias científicas avaladas empíricamente en cada momento puntual y luego como un proceso continuo.

El hombre que plantaba árboles

Este es el título de un cuento escrito en los años cincuenta por el escritor francés Jean Giono, de origen italiano, en el que narra el encuentro de un joven con un hombre solitario que se dedica a plantar árboles en una zona de los Alpes devastada por la actividad humana. Hace unos años tuvimos conocimiento de su existencia por un documental que un joven ecologista nos presentó previo a su charla sobre permacultura. Ahora por casualidad lo hemos encontrado en su versión escrita, traducida por Duomo ediciones (2011). De la versión accesible que encontramos en Internet (Universidad Externado de Colombia), seleccionamos los siguientes fragmentos para este artículo:

“Para que la personalidad de un ser humano nos deje apreciar su condición excepcional se necesita tener el privilegio de observarlo en su accionar cotidiano, durante muchos años. Si sus acciones no son egoístas ni mezquinas y es guiado por su generosidad sin esperar recompensa distinta a la gratitud, y de herencia nos deja el valor del esfuerzo, la tenacidad y la perseverancia, significa que estamos ante un personaje inolvidable.

Cuidando la biodiversidad


Hace aproximadamente cuarenta años estuve en una larga excursión por una zona de gran altitud, desconocida para los turistas, con desiertos y planicies abandonadas, a 1.200 o 1.300 metros de altura, con un paisaje monótono de lavandas silvestres, en la antigua región que va de los Alpes a Provenza. Y cuando atravesaba el país en su parte más ancha, a tres días de marcha, me encontré en una soledad deprimente. Acampaba en las posibles ruinas de una ciudad desaparecida y cuando descubrí que era escasa el agua que tenía, empecé a buscar más y me sentí afortunado de estar frente a algo parecido a una fuente o un pozo, en la vecindad de casas derruidas y hacinadas como nidos de avispas. Cuando me acerqué, la fuente estaba allí, pero seca. Esas cinco o seis casas de piedra, sin techos, carcomidas por la lluvia y el viento, levantadas cerca de una pequeña capilla sin campanario, daban la sensación de un pueblo habitado alguna vez, pero ahora, definitivamente, abandonado. […] Como no había podido encontrar agua ni tenía la esperanza de hacerlo, tuve que abandonar el campamento. Durante más de cinco horas de marcha por donde miraba no encontraba sino la misma aridez, las mismas hierbas secas, que producían desolación. Por un instante, a lo lejos, me pareció percibir una pequeña silueta negra, de pie… era un pastor y su rebaño… me dio agua de su cantimplora. La recogía de un pozo natural muy profundo, donde él había instalado una polea primitiva… En silencio, me llevó a su refugio… No era una cabaña sino una casa de piedra, recuperada y restaurada de las viejas ruinas que seguramente encontró… Compartió conmigo su sopa y … como era tarde, supuse que pasaría la noche ahí…

El pastor fue a buscar una bolsa de bellotas que vació sobre la mesa formando una pila. Muy concentrado, las examinó una a una, separando las buenas de las malas… Cuando hubo escogido una cantidad de bellotas o semillas de roble grandes, las separó en montones de diez. Las observaba con gran cuidado y eliminaba las muy pequeñas o agrietadas. Al completar cien bellotas en perfecto estado, dio por concluida su labor y nos fuimos a dormir.

[Al día siguiente] antes de salir metió en una cubeta con agua la bolsa donde había guardado las bellotas minuciosamente contadas y seleccionadas. Me di cuenta de que en vez de un bastón llevaba una varilla de hierro, gruesa como un dedo pulgar y de un metro con cincuenta de larga. Simulé descansar mientras paseaba siguiendo una ruta paralela a la suya. Dejó el rebaño al cuidado del perro, pastando en un pequeño valle, y subió hacia donde me encontraba mirándolo… Me invitó a acompañarlo, si no tenía nada mejor qué hacer. Debía subir al terreno de siembra, doscientos metros más arriba.

Cuando llegó al lugar elegido, comenzó a hacer con la barra de hierro agujeros en la tierra, donde metía las bellotas y las recubría. Sembraba árboles de roble. Le pregunté si esa tierra le pertenecía. Me respondió que no… Imaginaba que eran tierras comunales, o de propietarios desinteresados. Le era indiferente saber o conocer quiénes eran sus dueños. Su misión era sembrar cien bellotas por día con dedicación y esmero… Se había dado cuenta de que ese país se deterioraba y moría por falta de árboles, y no teniendo nada más qué hacer, decidió intervenir y tratar de mejorar la situación. Este solitario pastor pensaba sembrar árboles de haya, y para esto había montado cerca de su casa un vivero con hayucos que crecían naturalmente, protegidos de sus ovejas por un alambrado. También creía que los abedules era mejor sembrarlos en las partes bajas de los valles, donde había descubierto una cierta humedad a pocos metros de la superficie del suelo, que favorecería su crecimiento […]”.

Hasta aquí este fragmento nos muestra cómo no es tan difícil ser ecologista; cualquier persona puede serlo, solo tiene que tener ganas de plantar especies autóctonas con el fin de restaurar en alguna medida la gran devastación que el consumismo exacerbado ha provocado en la naturaleza y los paisajes de nuestros campos. Este pastor, al quedarse solo tras la muerte de su hijo y de su mujer, se dedicó a ello completamente.

Al cabo de los años, el narrador de la historia volvió a encontrarlo donde lo halló la primera vez, pero a su alrededor había un inmenso bosque en el que habían vuelto a brotar los manantiales antiguos; aquellos que el narrador había encontrado secos cuarenta años antes. Tampoco aquí hay que pensar en grandes obras hidráulicas ni canalizaciones para obtener agua, más bien hay que empezar a actuar: “restaurar” la naturaleza y que vuelva a surgir lo que estuvo allí siempre antes de se devastara con el cemento, con la agricultura y la ganadería industrial…

“Maravillado viendo el paisaje, continúa el narrador, confirmaba que el viento polinizador y las abejas esparcían semillas en el aire, el agua comenzaba a brotar, aparecieron arboledas de sauces, de mimbres, enredaderas, jardines y flores que perfumaban y embellecían el ambiente e invitaban a los espectadores a querer compartir ese hálito de vida. Este cambio había sido tan sutil, que ni siquiera los cazadores que perseguían liebres o jabalíes en aquella soledad de las montañas, se habían percatado del bosque. Habían visto germinar pequeños árboles, pero lo atribuían a procesos normales de la naturaleza. Ignoraban la grandeza y generosidad del trabajo de este hombre…

Cuando pienso que un solo hombre, con sus limitados recursos físicos y morales, fue suficiente para sembrar de verde un desierto, debo admitir que, a pesar de todo, la condición humana es admirable…”.

Las encinas que crecen en bosques degradados

“Negacionismo climático” como estrategia comunicativa

El tema del conocido como “negacionismo climático” se viene estudiando ya desde diferentes ámbitos científicos. Uno de los posibles es el área del discurso al tratarse de un fenómeno ligado a la confrontación dialógica entre quienes se oponen a las evidencias experimentales que aportan los científicos en sus numerosos informes a lo largo de las últimas décadas. Hasta entonces la “verdad” de la comunidad científica había sido más o menos respetada, aunque se tuviera constancia de errores o de limitaciones en muchos campos del saber; a pesar de ello, el científico no era cuestionado, por lo menos abiertamente en público, como ha sucedido en los últimos años. Llevar el tema del cambio climático al campo de la confrontación comunicativa supone entrar en el esquema de la desacreditación de lo dicho por los científicos como adversarios del progreso y con ello la aceptación de que en este tipo de discurso aparezca la violencia verbal, la ridiculización y/o la demonización de los datos científicos, así como de los grupos ecologistas y de los grupos políticos que secundan sus informes.

Desde la perspectiva discursiva, uno de los autores que han estudiado el discurso negacionista ha sido el investigador valenciano Vicent Salvador, Catedrático de Filología Catalana en la Universitat Jaume I de Castellón, fallecido a principios del presente año.

Acceso a una imagen suya: https://www.youtube.com/watch?v=Hq1VAbb_4SM

En dos artículos de 2022 (referidos al final de este texto), señalaba tres estrategias utilizadas en los discursos negacionistas de la crisis climática:

La primera estrategia es la llamada coartada del escepticismo. Con ella, se defiende que la actitud escéptica ha sido el motor de los avances científicos, una filosofía ya defendida por Descartes y su duda metódica. Los negacionistas explícitos buscan contraejemplos o detectan anomalías puntuales en las teorías formuladas sobre el proceso del calentamiento global, también cuestionan aspectos parciales de las teorías, pero lo hacen sin molestarse en proponer teorías alternativas consistentes. Podríamos decir que critican lo que los científicos dicen, pero ellos no han investigado lo que critican. En términos jurídicos, afirma Vicent Salvador, lo que hacen es “invertir la carga de la prueba”, es decir, exigen a la otra parte que busque más datos para contraargumentarles.

La segunda estrategia consiste en la desacreditación y ridiculización tanto de los argumentos de la parte contraria como de las personas o colectivos que sustentan tales posiciones. Por ejemplo, la desacreditación de los grupos ecologistas, como tribus arrastradas por la moda, utópicos sin sentido y opuestos al progreso de la humanidad (ej. las críticas tan feroces a la joven activista Greta Thumberg). También aparece la mención a los científicos como grupos comprados por las industrias de las renovables o grupos que trabajan en instituciones académicas alejadas de los problemas de la gente; y la crítica a los grupos de izquierdas como utópicos, sin advertir que hasta hace bien poco la izquierda era muy poco ecologista, siguiendo así fielmente el pensamiento marxista del crecimiento infinito para el bien de las clases trabajadoras.

La tercera estrategia tiene que ver con argumentos falaces que se defienden desde grupos sociales que ven el negacionismo como un ejemplo más del deseo de transgredir las normas, del desahogo contra quien está en el poder y de la necesidad de liberarse personalmente como objetivo en sí mismo. Por tanto, estaríamos ante un caso más de comportamientos trasgresores de determinados grupos alternativos frente a las convenciones sociales; en este caso, han hecho del negacionismo climático su protesta y su desafío social; son los que tradicionalmente ha estudiado la Psicología social.

En una entrada anterior (http://www.dialogodesaberes.com/2023/08/hace-calor-como-toda-la-vida/), se ha hecho referencia a cómo en los últimos años en nuestro ámbito cultural ha aparecido un nuevo actor en esta estrategia negacionista: el partido de ultraderecha Vox que se ha unido a la estrategia comunicativa de desafiar abiertamente a la comunidad científica. En las pasadas elecciones aludían explícitamente a las posiciones de estos científicos como de “fanatismo climático”. Se trata de una estrategia que, como expone Salvador, es algo ya muy generalizado a nivel global: se puede rastrear ya en los diferentes partidos de ultraderecha. En este caso, Vox lo que está haciendo es simplemente copiar la estrategia que otros políticos similares han ensayado en sus respectivos países (Trump, Bolsonaro, entre otros).

Artículos citados:

Salvador, Vicent (2022a) “The social debate on energy sources”, en Discursive Approaches to Sociopolitical Polarization and Conflict. Eds. Laura Filardo-Llamas, Esperanza Morales-López y Alan Floyd, pp. 235-252. Londres: Routledge. https://www.routledge.com/Discursive-Approaches-to-Socio-political-Polarization-and-Conflict/Filardo-Llamas-Morales-Lopez-Floyd/p/book/9780367529253#

Salvador, Vicent (2022b) “Análisis del discurso y retórica constructivista. Una aplicación de la teorización francófona”. En Pujante, David y Alonso Prieto (eds.) Una retórica constructivista. Creación y análisis del discurso social, pp. 163-172. Castellón: Universitat Jaume I.


Hace calor, ¡como toda la vida!

El mes de julio pasado ha sido el más caluroso desde que se tienen registros meteorológicos; agosto también ha mostrado dos olas de calor máximas. Sin embargo, aún se oye, entre la gente del rural más alejada de los planteamientos ecologistas, el comentario tradicional del calor del verano: “¡como toda la vida!”.

También hay quien reconoce que las cosas no son como las de antes porque no llueve lo mismo, pero aún se resiste al cambio inevitable y sigue anclado en el marco de interpretación que vamos a denominar del regadío. Si no llueve, no queda otra que regar los cultivos porque la producción hay que mantenerla.

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El momento presente y la incertidumbre

Las elecciones de 23 de julio son claves para observar desde los ámbitos científicos y académicos si la ciudadanía es consciente o no de la incertidumbre en la que estamos inmersos. Por un lado, hemos iniciado ya una crisis climática sin precedentes en la historia humana; por otro lado, nunca como hasta el presente se había cuestionado la autoridad de la ciencia, con partidos políticos de extrema derecha, y con medios de comunicación y divulgadores de fake news en las redes sociales que se atreven a deslegitimar a los científicos con términos como “fanáticos climáticos”. Es el «discurso de la desvergüenza», como lo denomina la investigadora austríaca Ruth Wodak. Las investigaciones científicas no son infalibles, pero es una de las pocas realidades que se consideran hoy objetivas y por ello han recibido el respaldo de miles de científicos, interconectados como nunca había sucedido en la historia humana.

El extractivismo infinito

Si las elecciones las gana el bloque de la derecha, con el peligro evidente de que sea Vox quien marque el rumbo en materia climática, o al menos que ralentice los cambios tan urgentes que necesitamos, no hay duda de que el futuro en la península puede entrar en una fase de no retorno: avance de la desertización ante las olas de calor y ante los fenómenos meteorológicos que se predicen más extremos. No es que el resto de partidos de la izquierda y de centro autonómicos sean completamente ecologistas (algunos de ellos también están cercanos a empresas bien contaminantes y destructivas del medioambiente), pero al menos escuchan más a la comunidad científica, y los movimientos sociales y ecologistas pueden hacerles más presión.

Por tanto, creemos que en materia climática sí que hay que pedirle a la ciudadanía española que se piense bien las consecuencias de su voto.

La clave está en la incertidumbre del presente: no sabemos bien si las predicciones serán mayores de lo que ya se vislumbran. Como indica el ecólogo Fernando Valladares: «Ya no está en juego nuestro bienestar, sino nuestra supervivencia» (1). No podemos dejar en manos de la “idiotez humana” el futuro de los niños y los jóvenes que están ahora creciendo.

El pensador francés Edgar Morin (2006, La identidad humana, cap. 3) explica la dualidad de la mente del homo sapiens/ demens:

“[E]l conocimiento humano ha corrido y sigue corriendo riesgos formidables de error y de ilusión… La fragilidad [de la conciencia] le hace estar sujeta a todos los errores posibles del conocimiento humano, agravados incluso porque la conciencia cree encontrar en sí misma la prueba de su verdad y se convence de su buena fe. De ahí las innumerables falsas conciencias y las tan villanas buenas conciencias que florecen en las mentes humanas”.

Cuando el error y la ilusión de esta mente humana sucede en un individuo concreto, el problema es individual y de su entorno familiar. El drama es mayor cuando se hace extensivo a una comunidad.

¿Qué soluciones propone Morin para superar como individuos y como grupos sociales esta debilidad de la conciencia humana? Lo explica bien en la siguiente cita:

“La conciencia controla el pensamiento y la inteligencia, pero necesita ser controlada por ellas. La conciencia necesita ser controlada e inspirada por la inteligencia, la cual necesita tomas de conciencia. De ahí las las múltiples dificultades para que emerja una conciencia lúcida”.

El colapso del desarrollo lineal

Para que el destino de la humanidad no sea tan incierto como predice la comunidad científica con la crisis climática en la que ya hemos entrado, la conciencia tiene que relacionarse continuamente con el pensamiento y la inteligencia. Por ello también necesitamos cultivar estas cualidades con nuevos conocimientos, contrastados continuamente con la ciencia y la experiencia humanas. Este objetivo está hoy al alcance de todos: libros, documentales de naturaleza, de historia, películas científicas, youtubers con argumentos sólidos, etc. No podemos dejar a los partidos políticos negacionistas y a las empresas de “desinformación” que se aprovechen de nuestra ignorancia.

«Inflar» el impuesto de patrimonio

Si de vez cuando atendemos al tema de los impuestos, nos podemos encontrar con noticias como la siguiente en la que es la ciudadanía quien intenta burlar la vigilancia de los recaudadores:

“Tapiar una terraza para ganarle metros a la casa… o construir una casa de campo en terreno rústico, y no declararlo, son algunos claros ejemplos de irregularidades urbanísticas que tiene sus efectos en la ficha catastral que debe responder fielmente a la descripción del activo. Detrás de esta actuación casi siempre está la picaresca para evitar el encarecimiento del recibo del Impuesto de Bienes Inmueble (IBI)l. En otros casos, se trata de un mero desconocimiento de la norma, ya que el titular debe proceder a presentar una declaración de alteración de inmueble” (https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/10/14/economia/1665768602_010284.html).

Pero también se puede leer en el mismo año esta desde la otra parte; esta vez es la administración de Hacienda que intenta defraudar al ciudadano:

“Hacienda admite que infla la valoración de las viviendas y obliga al contribuyente a pagar la reclamación. El Fisco reconoce que los valores de referencia en vigor desde enero suponen una subida artificial de los precios y, por lo tanto, de los impuestos a la vivienda. Con todo, exige al contribuyente que pague y eso sí, dice que puede recurrir, con el coste que supone” (4-5-2022, https://www.vozpopuli.com/economia_y_finanzas/hacienda-infla-valoracion-viviendas.html). Este segundo caso se refiere a la vivienda protegida; y es nada menos que la ministra de Hacienda la que reconoce el fraude.

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El credo capitalista

En otra entrada anterior, hemos abordado el tema del capitalismo desde la perspectiva de un historiador. Ahora lo hacemos desde la mirada de un filósofo. Se trata de Yuval Noah Harrari quien en 2013 publicó uno de sus libros más conocidos Sapiens, de animales a dioses, con el que va recorriendo la evolución de la especie humana desde los primeros vestigios hasta la actualidad. Es un libro bien documentado científicamente, pero de estilo divulgativo, por lo que es adecuado para el público general. En este blog, queremos destacar lo relativo al capitalismo y a la reflexión que hace de él, justo en el momento en que han empezado correr noticias de la quiebra de otro banco, esta vez uno de inversión en California. En fin, como tantas otras, noticias de la especulación financiera que no toca pies en la economía real.

Seleccionamos las siguientes ideas, a veces sintetizadas en su presentación.

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“Las condiciones son las que le hemos expuesto”. Un servicio con Mudanzas Coruña

El enunciado entrecomillado del título fue la respuesta a una clienta que se quejaba porque le estaban cobrando dos veces un servicio de transportes. Quien responde así parece sentirse seguro de que lo sucedido con esta queja no le va a repercutir para la pérdida de clientes. Con todo, ¿pueden las empresas medianas jugársela así cuando tienen tanta competencia de las empresas grandes? La próxima vez ¿habrá que recurrir al “Amazon” de turno?

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Complicidad en los discursos y en las prácticas

Este título corresponde a la traducción un libro titulado “Complicity in discourse and practice” publicado por el analista del discurso belga Jef Verschueren (Routledge 2022). No es un libro académico, sino divulgativo, a manera de reflexión de varios temas sociales cruciales para él que llegan a la ciudadanía a través de los discursos: la política, la vida universitaria que incluye tanto la educación como la ciencia, y el mundo de los medios de comunicación. No vamos a dar cuenta de todos los temas del libro, pero en esta entrada vamos a abordar el de la “complicidad” y la responsabilidad que se deriva de ello para los ciudadanos. Por tanto, tomaremos algunas ideas de este autor completándolas con otras relacionadas.

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Libres, dignos, vivos. El poder subversivo de los comunes.

Recientemente se ha publicado la traducción de este libro, en la ed. Icària. Sus autores son Silke Helfrich y David Bollier y trata sobre el tema del común, al que le venimos dedicando bastante espacio en este blog. Recogemos algunas de las ideas que estos autores nos presentan.

Libro el común

La pandemia ha arrojado luz sobre las deficiencias estructurales del sistema Mercado/Estado a la hora de resolver nuestros problemas como una bengala en la oscuridad se tratase. Por ello necesitamos replantearnos la situación preguntándonos lo siguiente: ¿qué podemos hacer de forma colectiva? ¿Cómo podemos hacer todo esto dejando a un lado las instituciones convencionales que nos están fallando?

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