El credo capitalista

En otra entrada anterior, hemos abordado el tema del capitalismo desde la perspectiva de un historiador. Ahora lo hacemos desde la mirada de un filósofo. Se trata de Yuval Noah Harrari quien en 2013 publicó uno de sus libros más conocidos Sapiens, de animales a dioses, con el que va recorriendo la evolución de la especie humana desde los primeros vestigios hasta la actualidad. Es un libro bien documentado científicamente, pero de estilo divulgativo, por lo que es adecuado para el público general. En este blog, queremos destacar lo relativo al capitalismo y a la reflexión que hace de él, justo en el momento en que han empezado correr noticias de la quiebra de otro banco, esta vez uno de inversión en California. En fin, como tantas otras, noticias de la especulación financiera que no toca pies en la economía real.

Seleccionamos las siguientes ideas, a veces sintetizadas en su presentación.

Los acérrimos capitalistas suelen aducir que el capital debería ser libre para influir sobre la política, pero que no se debería dejar que la política influyera sobre el capital. Argumentan que, cuando los gobiernos interfieren en los mercados, los intereses políticos hacen que efectúen inversiones insensatas que conducen a un crecimiento más lento… Según esta concepción la política económica más sensata es la de mantener a la política lejos de la economía, reducir los impuestos y la normativa gubernamental a un mínimo y dejar a las fuerzas del mercado libertad para tomar su camino.

Pero en su forma extrema, creer en el libre mercado es tan ingenuo como creer en Papá Noel. Simplemente, no existe un mercado libre de todo prejuicio político. El recurso económico es la confianza en el futuro, y dicho recurso se ve amenazado constantemente por ladrones y charlatanes. Por sí mismos, los mercados no ofrecen ninguna protección contra el fraude, el robo y la violencia… Cuando los reyes no cumplen su tarea y no regulan de modo adecuado los mercados, esto conduce a la pérdida de confianza, al crédito menguante y a la depresión económica. Esta fue la lección que enseñó la burbuja de la Compañía del Misisipi en 1719, y para quien lo haya olvidado se le recordará la burbuja inmobiliaria de 2007.

El inconveniente del libre mercado es que no puede asegurar que los beneficios se obtengan de manera justa o que se distribuyan de manera justa. Cuando el crecimiento se convierte en el bien supremo, puede conducir fácilmente a la catástrofe. Algunas religiones han matado a millones de personas debido a un odio ardiente. El capitalismo ha matado a millones debido a una fría inteligencia ligada a la avaricia. El tráfico de esclavos del Atlántico no surgió de un odio racista hacia los africanos, simplemente eran empresas de negocios cuyo objetivo real era el crecimiento y los beneficios.

A lo largo del siglo XX, especialmente después de 1945, la codicia del capitalismo se frenó algo, en parte debido al temor del comunismo. Pero las desigualdades son todavía feroces. El pastel económico de 2014 es mucho mayor que el de 1500, pero está distribuido de manera tan desigual que muchos campesinos africanos y trabajadores indonesios regresan al hogar después de un día de arduo trabajo con menos comida de la que disponían sus antepasados hace 500 años.

El capitalismo tiene dos respuestas a esta crítica. Primera, el capitalismo ha creado un mundo que nadie que no sea un capitalista es capaz de hacer funcionar. El único intento serio de gestionar el mundo de manera diferente (el comunismo) era mucho peor en casi todos los aspectos concebibles, hasta el punto de que nadie tiene el estómago de intentarlo de nuevo.

La segunda respuesta es que simplemente hemos de tener más paciencia; el paraíso, prometen los capitalistas, está a la vuelta de la esquina. Es cierto, se han cometido equivocaciones, como el comercio de esclavos del Atlántico y la explotación de la clase obrera europea. Pero hemos aprendido la lección, y solo con que esperemos un poco más y permitamos que el pastel crezca un poco más, todo el mundo recibirá una porción más sustanciosa. La división del botín no será nunca equitativa, pero habrá lo suficiente para satisfacer a todos.

Es cierto que hay algunas señales positivas. Al menos cuando empleamos criterios puramente materiales (la esperanza de vida, la mortalidad infantil y la ingesta calórica) el nivel de vida del humano medio en 2014 es significativamente superior al del 1914…

Pero ¿acaso el pastel económico puede crecer infinitamente? Todo pastel requiere materias primas y energía. Los profetas de la catástrofe [los ecologistas y científicos] advierten que tarde o temprano Homo sapiens agotará las materias primas y la energía del planeta Tierra. ¿Y qué ocurrirá entonces?

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