¿Por qué la corrupción no importa? (I)

La gente que trabajamos desde el ámbito social y desde la necesidad de ofrecer alternativas sociopolíticas a la actual crisis neoliberal, nos hemos quedado bien sorprendidas con el resultado de las elecciones del 26J. No por el hecho de que la gente tenga distintas ideologías políticas, sino porque se siga votando masivamente a quienes están llenos de corrupción hasta las cejas. ¿Por qué algo tan grave en una sociedad como la corrupción no ha importado a muchos ciudadanos en nuestro país?

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Los analistas políticos y sociólogos ya están trabajando para dar respuesta a esta incógnita. Pero, con el fin de aportar una dimensión distinta a este tema desde otra disciplina, voy a analizar discursivamente la opinión de una señora, entrevistada en la calle, que se manifestó abiertamente como votante del PP. La transcripción literal es la siguiente:

Sra.: [La grabación, al principio, aparece algo cortada] “A los mayores, que los desahucian de las casas con 80 y 90 años, ¿tú crees que eso es normal? A mí, que soy pobre, se me rompe el corazón. ¿Sabes? Que esas personas están trabajando toda la vida ¿para qué? ¿Para qué están trabajando toda la vida? ¡Para que ahora, por hacer un préstamo a un hijo, para apoyar al hijo, que es lo único grande que tenemos en el mundo, que no pueda pagarlo y lo desahucien! ¡No es justo! Hay muchas injusticias… Yo… y mira de política no entiendo nada, pero solamente van a embutxacar-se y a embutxacar-se, y ya está; y a pagar el pobre.

Pues jo li he votat al PP, per què, per això, perquè vale más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.

E: ¿Está contenta en el PP?

Sra.: Yo sí, yo sí, y mucho; y me puse muy contenta. Y aplaudí y todo, sí”.

(Vídeo consultado en: https://www.facebook.com/revillamiguela/videos/1424971637518047/)

Observamos cómo, al inicio, esta señora (de edad avanzada) se solidariza con las personas mayores que han desahuciado por haber avalado a un hijo; un hijo que pidió una hipoteca para su casa y luego no la pudo pagar. Discursivamente, es un ejemplo argumentativo con el que quiere mostrar ilustrativamente que la sociedad permite grandes injusticias; en este caso, con las personas mayores pobres, las que han trabajado toda la vida, entre las que ella también se sitúa. Es interesante ver que, al ser ella una persona también mayor, no se solidariza con el hijo, sino con sus padres mayores que se han quedado en la indigencia por este aval.

Hasta aquí lo que observamos es la utilización argumentativa de un ejemplo, a manera de pequeña historia, para demostrar algo más general. En este caso, la injusticia social que permite situaciones tan graves como esta, mientras los políticos se quedan con el dinero, se lo embolsan en sus cuentas y los impuestos los paga el pobre:

“Yo… y mira de política no entiendo nada, pero solamente van a embutxacar-se y a embutxacar-se, y ya está; y a pagar el pobre”.

En esta conclusión utiliza una expresión del valenciano; por tanto, aquí se activa otro elemento relevante en el tema de la corrupción: todo lo relacionado con la zona de Valencia y su particular corrupción política.

Si continuamos analizando, aparece otro aspecto destacado. Lo que sigue diciendo es una contradicción de significado respecto a la solidaridad manifestada al inicio. Si es una persona solidaria, ¿cómo es que no se pregunta por las causas de estas injusticias y de esta pobreza? Discursivamente, es lo esperado. Cuando pensamos en una persona solidaria, se nos viene enseguida a la mente la figura de un activista que protesta y que también se pregunta por los porqués. Recuerdo que esto era lo que decía el obispo brasileño Helder Câmara:

«Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si me pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista».

Por tanto, hay una contradicción argumentativa entre lo que dice esta señora al principio y lo que manifiesta después: que ha votado al PP y se ha alegrado por ello. La contradicción discursiva no está en alinearse con quienes tienen una determinada ideología, sino en que no cuadra el sentimiento de solidaridad inicial con su actitud y actuación posterior.

Se tiene que interpretar así que el ejemplo argumentativo inicial no es algo tan sincero, sino más bien una falacia o argumento pragmáticamente inadecuado. Es decir, un argumento que ella utiliza para proteger su imagen de la afirmación que va a hacer después: que es votante del PP. Sabe que esto es controvertido porque ella es no es rica, sino una “persona pobre”. En esa misma línea de justificación, añade otro aspecto destacado para entender esta contradicción, apela a un refrán popular:

“… perquè vale más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.

Lo que yo he hecho, parece querer decir, es lo que se ha hecho siempre en mi comunidad: ser prudente; argumentativamente, es un lugar común o topoi, con el que se justifica algo por la fuerza de la costumbre («siempre se ha hecho así», se suele también decir). Con ello, nos muestra que forma parte de ese conjunto de la ciudadanía que tiene miedo al cambio; es una persona con ciertas dudas éticas acerca de las actuaciones corruptas que están pasando en su entorno, pero ha quedado paralizada ante los cambios que otros partidos le proponían. Su formación ética no es tan sólida como para realizar una actuación política más valiente.

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