Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI. Libro de Laval y Dardot (2014)

En esta nueva entrada damos cuenta de algunas ideas que nos parecen más relevantes del libro de estos filósofos franceses sobre el tema del “común”, recurrente ya en este blog. Esta es nuestra quinta entrada.

Cuál es el contexto que enmarca el tema del común: La quiebra del estado comunista, la transformación neoliberal de lo que ya ni siquiera merece el nombre de “socialdemocracia”, deriva soberanista de buena parte de la izquierda occidental, debilitamiento de la masa de asalariados organizados, ascenso del odio xenófobo y del nacionalismo, son otros tantos elementos que nos llevan a preguntarnos si hay todavía fuerzas sociales, modelos alternativos, modos de organización y conceptos que permitan esperar un más allá del capitalismo… en la época del cosmocapitalismo…

Esta misma lógica es la que precipita la crisis ecológica… El mundo no quedará protegido mediante el establecimiento de una especie de reserva de “bienes comunes naturales” (tierra, agua, aires, bosques, etc.). Es necesario transformar profundamente la economía y la sociedad invirtiendo el sistema de las normas que amenaza ahora muy directamente a la humanidad y a la naturaleza. En realidad, vivimos la tragedia de lo no-común.

Foto jornadas MotaLas privatizaciones de lo público han puesto de manifiesto que la propiedad pública no es una protección de lo común, sino una especie de forma “colectiva” de propiedad privada, reservada a la clase dominante, que puede disponer de ella a su antojo y expoliar a la población de acuerdo con sus deseos e intereses.

En este contexto vemos la emergencia estratégica de lo común. Lejos de ser una pura invención conceptual, es la fórmula de los movimientos y las corrientes de pensamiento que quieren oponerse a la tendencia principal de nuestra época: la extensión de la apropiación privada a todas las esferas de la sociedad, de la cultura y de la vida. “Común” ha llegado a ser el nombre de un régimen de prácticas, de luchas, de instituciones y de investigaciones que apuntan a un porvenir no capitalista… Son búsquedas colectivas de formas democráticas nuevas.

Lo común de origen latino resuena con la concepción de «lo común» (koinôn) y con el “poner en común” (koinônein) de Aristóteles. De acuerdo con la concepción aristotélica, son los ciudadanos quienes deliberan en común para determinar qué conviene a la ciudad y qué es lo justo hacer. La oposición ciceroniana entre “la utilidad de la cosa pública” y la “utilidad pública”, en sentido restringido, se borra a medida que progresa el estatismo. La sustitución de la utilidad común por la utilidad pública, en el sentido estatal de la expresión, es un punto fundamental de la historia política occidental.

Los autores que tratan hoy en día lo común no se conforman con reavivar la vieja noción escolástica de “bien común”, sino también de articularla con la concepción económica de los “bienes comunes”. El único modo de escapar del naturalismo y el esencialismo es plantear como principio que no es en razón de su carácter común que ciertas cosas son, o más bien deben ser, cosas comunes… Lo común debe ser pensado como una co-actividad, no como una co-pertenencia, co-propiedad o co-posesión. Solo la actividad práctica puede hacer que las cosas se vuelvan comunes, del mismo modo que solo esta actividad práctica puede producir un nuevo sujeto colectivo, lejos de que tal sujeto pueda preexistir a dicha actividad como titular de derechos.

Los esfuerzos que desde el siglo XIX han tratado de renovar el pensamiento político y la reflexión social para hacer frente al capitalismo no han conseguido fundar una política de lo común plenamente coherente. En este comienzo del siglo XXI, el principio político de lo común emerge de las luchas democráticas y de los movimientos sociales.

No hay un solo movimiento de oposición al capitalismo que no esté marcado por el destino trágico de las revoluciones en el siglo XX. El comunismo de estado sigue hipotecando la alternativa. Sin embargo, el mercado y el estado no son los únicos sistemas de producción posibles… Según Vandana Shiva (ver entrada en este blog: “Necesitamos cambiar el paradigma del pensamiento”) hay que recuperar los comunes, es el deber político, económico y ecológico de nuestra época. Lo que da sentido a la reunión de estos diferentes aspectos de los comunes en una designación única es la exigencia de una nueva forma de gestión “comunitaria” y democrática de los recursos comunes, más responsable, más duradera y justa. Y la cuestión es saber si las prácticas y los espacios de los comunes que caracterizaron a las sociedades precapitalistas pueden ayudarnos a captar la originalidad de las prácticas y espacios nuevos como internet; también en el contexto actual en el que la sociedad se ha polarizado, fragmentado y despolitizado por el formidable refuerzo mundial de los derechos de propiedad y, con él, a una nueva expansión del capitalismo (ej. Monsanto, Microsoft…).

Vandana-ShivaNaomi Klein, en su libro “Reclaiming the commons” (2001), considera que la defensa de los comunes se inscribe en el horizonte de una democracia completamente refundada sobre la base de un autogobierno local… ya no se trata de apelar al Estado en defensa de las poblaciones, sino de promover formas de control democrático sobre recursos comunes… Hay en la sociedad formas colectivas de ponerse de acuerdo y de crear reglas de cooperación que no se puede reducir al mercado y a la dirección estatal. La producción económica de los recursos es ahí inseparable del compromiso cívico, está estrechamente vinculada al respeto de las normas de reciprocidad y supone relaciones entre iguales y modos de elaboración democrática de las reglas… La teoría de los comunes permite, sobre todo, subrayar el carácter construido de los comunes. También su pluralidad de formas de actividades, de derechos de propiedad y de reglas en materia económica.

Otro de los retos del común es la siguiente pregunta: ¿es el conocimiento naturalmente común? Mientras que los recursos naturales son recursos escasos, a la vez no exclusivos y rivales, los comunes del conocimiento son bienes no rivales cuya utilización por parte de unos no solo disminuye la de los otros, sino que más bien tiende a aumentarla (ver nuestra entrada sobre “tecnologías abiertas”).

El libro también aborda el tema desde el derecho: derecho de lo común y “derecho común”. Lo “común” del derecho, según la interpretación neoliberal, no sería más que el derecho común de la propiedad, del contrato y del beneficio… Es contra tal concepción que quienes se oponen a este tipo de mundialización invocan la defensa y la rehabilitación de los commons. También Laval y Dardot consideran que un derecho de lo común no puede ser pensada exclusivamente en términos del “derecho consuetudinario”. No es que la costumbre no pueda producir derecho, es que tal producción se basa en la transmisión inconsciente de reglas muy antiguas… Hoy es el momento de crear nuevos derechos de uso que impongan, a través del reconocimiento de una norma social de inapropiabilidad, límites a la propiedad privada y, en este sentido, la hagan retroceder. En consecuencia, la cuestión previa consiste en saber mediante qué práctica es posible inventar reglas de derecho capaces de convertirse a la larga en costumbres.

Propuestas para el desarrollo del común:

1. Hay que construir una política de lo común. La política de lo común debe atravesar todo el espacio social, desde lo local hasta lo mundial, pasando por lo nacional… Debe tomar nota del carácter mundial de las luchas que hoy en día se libran… Dar forma institucional al autogobierno invita a proseguir las reflexiones filosóficas y políticas que dieron a luz el principio federativo… Si lo interpretamos correctamente, el principio federativo implica una negación de las bases del capitalismo. Se trata de instituir políticamente la sociedad, creando en todos los sectores instituciones de autogobierno cuya finalidad… será la producción de lo común.

2. Hay que oponer el derecho de uso a la propiedad. Es decisivo, ante todo, que el uso de lo común esté ligado a la codecisión relativa a unas reglas de uso común y a la coobligación resultante. Porque estamos en la siguiente paradoja: algunas cosas son “comunes” por la universalidad de su destino, pero reservadas, en la práctica, a una categoría muy reducida de “usuarios”. Y tenemos que avanzar hacia una definición del derecho de uso que, en lugar de hacer de él un derecho de propiedad “ampliado” entre otros, lo dirija contra el derecho de propiedad, ya sea este privado o estatal.

Ponen como ejemplo el caso de la ocupación de tierras de la granja de Somonte, en Córdoba, por cientos de obreros agrícolas desde marzo de 2012, tierras propiedad del gobierno andaluz desde 1980, compradas a unos terratenientes. El gobierno del PSOE andaluz las quería vender en subasta, pero los obreros agrícolas decidieron ocuparlas, con lo cual la venta se suspendió. Dichos ocupantes reivindican la propiedad de la granja de Somonte, exigen un derecho de uso recordando que esas hectáreas no han alimentado a nadie desde hace veinte años: “La tierra no pertenece a nadie”. No es una mercancía. Si los jornaleros decidieron romper con las prácticas de la agricultura intensiva es porque consideran que estas prácticas van contra el destino social de la tierra: la satisfacción de las necesidades de los campesinos y de las familias de la región.

lauraleon_farmworkermovement_007El segundo ejemplo es el de la puesta en común de las semillas tradicionales, a iniciativa de Vandana Shiva. Para luchar contra las patentes de las grandes multinacionales, creó la granja de Navdanya, que permite que 10.000 campesinos de la India y países limítrofes redescubran la agricultura ecológica y compartan el común de las semillas. La guarda del común solo puede ser confiada a quien hacen de él un co-uso.

Banco de semillas.
Banco de semillas, promovido por el movimiento de Vandana Shiva.

3. El común es el principio de la emancipación del trabajo. Castoriadis defendía que la acción política en el campo del trabajo debía tener como objetivo pasar de una cooperación forzada a una actividad autodeterminada y autoorganizada. Esta “alternativa” al socialismo burocrático aún no ha visto la luz. Pero debemos conservar su inspiración fundamental, considerarla todavía actual: lo común, en forma de una cooperación concreta, en grupos libremente organizados, es ciertamente una de las vías a seguir para contrariar los efectos de la dominación jerárquica en el trabajo y en la vida social, para permitir que cada cual se desarrolle en el marco de una obra verdaderamente colectiva. Volver a situar en el corazón de la lucha política la cuestión de la organización del trabajo es la única respuesta que se puede aportar a las estrategias políticas del management neoliberal. No basta con “enriquecer las tareas” o “consultar” de vez en cuando a los asalariados sobre sus condiciones de trabajo, es preciso que participen en la elaboración de las reglas y en las decisiones que les afectan.

4. Hay que instituir la empresa común. En el capitalismo financiero, el accionariado es el soberano absoluto de la empresa, y todos aquellos que son sus agentes quedan reducidos a la posición de súbditos dirigidos, bajo presión de la competencia, a producir cada vez más plusvalía financiera. Instituir de un modo muy distinto este órgano social que es la empresa común, por retomar la fórmula del código civil, es por tanto una cuestión decisiva para contrarrestar la hegemonía de la forma capitalista en la actividad económica y en la vida social. Entre la vieja fórmula de la “cooperativa obrera”, que aun siendo un laboratorio de prácticas colectivas permanece bajo la amenaza de la competencia capitalista, y la empresa nacionalizada dirigida por patrones y mandos cuya práctica difiere poco de la de sus colegas del sector privado, hay lugar para esquemas nuevos que pongan en primer plano la cooperación organizada por los propios trabajadores. Citan el ejemplo del grupo cooperativo de Mondagrón, que agrupa a su vez a 116 cooperativas y 70.000 asalariados; sin embargo, la expansión de la cooperativa a nivel mundial se hace en detrimento del funcionamiento cooperativo, cuyo éxito está anclado en la historia y en la sociología de su región.

El reto es desmercantilizar la empresa, reintegrar la economía en la vida social y en la sociedad democrática, introduciendo en el mundo de la producción la pluralidad de puntos de vista y su confrontación de acuerdo con reglas instituidas.

5. La asociación de la economía debe preparar la sociedad de lo común. Aluden al comentario de un cooperativista (citado a su vez por Jean-Louis Laville): “La cooperativa quería cambiar el mercado, pero es el mercado el que ha cambiado a las cooperativas”. Esto es particularmente cierto aplicado a los bancos cooperativos, pero también a numerosas mutualidades que, por una especie de isomorfismo, han cambiado tanto en estos últimos decenios que ya no se distinguen de las sociedades del capital. En la necesidad de hacer frente a la “puesta en crisis fiscal” del estado social y a la competencia de los países con salarios bajos, existe también el riesgo de constituir la economía social como un “gueto de trabajadores pobres que llevan a cabo las actividades poco cualificadas y de baja productividad”, como señala Bruno Trentin.

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Una caja rural, intervenida por el Banco de España y luego vendida a Globalcaja. Un ejemplo del triunfo del capitalismo y expolio de lo común de un pueblo campesino.

La economía social está llamada a desempeñar un papel principal en la transición hacia la sociedad poscapitalista.

6. Lo común debe fundar la democracia social. Lo común ha sido históricamente pervertido por el estado, de tal manera que toda política que lo reivindica debería tener como objetivo, de entrada, devolver a la sociedad lo que le corresponde, a saber, el control democrático de las instituciones de reciprocidad y de solidaridad que le han sido confiscadas por la alta administración, dedicada, ante todo, hoy en día, a reducir el espectro de intervención del estado social y adaptarlo a las “exigencias de competividad”.

7. Los servicios públicos deben convertirse en instituciones de lo común. Hacer de ellos instituciones de lo común destinadas a los derechos de uso común y gobernadas democráticamente. Los bienes comunes como el agua, pero también el conocimiento, la cultura, la educación, el mar o internet, suponen un gobierno que no se ajusta al derecho público o clásico y a las formas instituidas de gestión de la propiedad pública, sino a la “democracia activa”, única vía para salir de la crisis de la democracia representativa. Es importante que la constitución u otro texto jurídico fundamental hagan del “derecho a los bienes comunes” un derecho fundamental de los ciudadanos, con el fin de evitar el peligro de una fragmentación en localismos y regionalismos que podría ser explotada por los enemigos de los bienes comunes. El mal no proviene solo de la privatización por las multinacionales, sino también del tipo de uso que ha hecho de la propiedad pública el sistema de los partidos… mediante la distribución de cargos, el clientelismo, el nepotismo, cuando no la desviación de fondos.

8. Hay que instituir los comunes mundiales. Hay que inventar un derecho común mundial que permita salir del impasse de la intergubernamentabilidad. Es difícil imaginar que un “gobierno de la humanidad” pueda imponer desde arriba a todos los pueblos un derecho de esta clase. En consecuencia, no se puede separar este objetivo de la construcción de nuevas formas de organización política. El derecho internacional es un formidable terreno de lucha en el que no solo se oponen los estados entre sí… también las empresas transnacionales.

Lo que se trata de garantizar no solo “bienes” en el sentido de cosas, sino el acceso a condiciones, a servicios y a instituciones… como derechos fundamentales que habría que universalizar en la práctica. El orden mundial por venir es incierto; existe un gran riesgo, si se sigue la tendencia de la “reestatalización nacional”, de quedar desbordados y arrastrados por el amplio movimiento reactivo, nacionalista y xenófobo que amenaza con reforzarse por todas partes.

9. Hay que instituir una federación de los comunes. El único principio respetuoso de la autonomía de los gobiernos locales es el principio federativo, intraestatal e interestatal. Con la federación de los comunes, la ciudadanía que le corresponde solo podrá ser plural y descentrada, como el espacio público que ella reconfigura radicalmente.

10. El viejo mundo está desapareciendo, pero ingenuo será quien en el hundimiento que se presiente vea solo el “amanecer”, cuando bien podría anuncia una noche sin fin. Así, estamos muy lejos de las certidumbres antiguas que hacían decir a los filósofos del siglo XIX que la ruptura en la historia era un parto, y que lo nuevo que advenía era siempre necesariamente “superior” a lo antiguo… La razón neoliberal no ha dejado de seguir imponiéndose, no solo porque todavía no ha tropezado con fuerzas opuestas suficientes, sino también porque no siempre se ha entendido bien el modo en que se impone. Hará falta entonces una izquierda que se reinvente asumiendo ser, por una parte, plenamente revolucionaria, como a su manera lo han sabido ser los neoliberales. Y la buena noticia es precisamente que, haciendo emerger la exigencia de lo común, los movimientos de resistencia y las insurrecciones democráticas han dado desde hace más de diez años un paso importante en la formación de una racionalidad alternativa: lo común constituye la nueva razón política por la que hay que sustituir la razón neoliberal.

Como principio político, el común impone hacer de la participación en una misma actividad el fundamento de la obligación política y, por lo tanto, de la coactividad el fundamente de la coobligación… Hay que impedir que se confunda lo común con lo que se puede llamar el “bien común”. El común es un principio político transversal… El municipio (comuna) constituye la forma elemental del autogobierno en la esfera propiamente política y es, en este sentido, el común político de base. Queda, pues, excluido perpetuar el modelo del Estado-nación unitario y centralizado, sometido al principio de soberanía. El principio político del común traza así los contornos de una doble federación: federación de los comunes sociales-económicos constituidos sobre una base socioprofesional, federación de los comunes políticos constituidos sobre una base territorial. Se constituye de este modo una democracia de los comunes. Hay que regular su uso sin hacerse su propietario, es decir, sin otorgarse el poder de disponer de ello como su amo. Por este motivo, aun comprendiendo que se pueda seguir hablando de “bienes comunes” como consigna de reagrupamiento en el combate, preferiremos por nuestra parte abstenernos de hablar de “bienes”: no hay “bienes comunes”; solo hay comunes que instituir.

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