LA RETÓRICA EN «EL HORMIGUERO»

David Pujante
Universidad de Valladolid

En un momento en el que los medios de comunicación han vuelto a hacer de la retórica el poderoso mecanismo de confección del discurso persuasivo que antiguamente fue, es decir, la escuela capacitadora y entrenadora de las virtualidades y mejores características de los mensajes propios de los distintos medios de comunicación de masas; cuando ha vuelto a ser objeto de interés y objeto primordial del marketing; TODAVÍA, EN PAÍSES COMO EL NUESTRO (donde las ausencias de democracia se pueden contar por centenas y aun por milenios), este mecanismo que nació con la democracia ateniense, como instrumento de la democracia en general, SE CONSIDERA COMO ALGO VACÍO Y COMO UN VENERO DE TRUCOS Y DE ENGAÑO. Una vez más lo demostró anoche Pablo Motos.

Ayer en El hormiguero, Pablo Motos hablaba con Pedro Sánchez, y comentaban el 7D, el debate entre los líderes de los cuatro partidos más significados en la España actual: Rivera, Sánchez, Iglesias y Sáenz de Santamaría (que, sin ser la líder del PP, fue la elegida por Rajoy para hablar en nombre de su partido). Uno de los comentarios de Motos se centró en la repetida frase de Pablo Iglesias cuando sus rivales alzaban la voz: «no te pongas nervioso». El recurso discursivo caló en la audiencia, puesto que ha sido de los más usados en los memes de los tuiteros.

No os pongáis nerviososPablo Motos, al comentar la frase, le dijo a Pedro Sánchez que era un TRUCO retórico para ponerlo más nervioso. Lo que va de RECURSO retórico a TRUCO retórico es lo que va de un entendimiento positivo de la retórica a un entendimiento negativo. Saber utilizar un cuchillo no implica que se emplee para asesinar a alguien. El cuchillo se emplea para pelar manzanas, cortar los alimentos y todo lo que es habitual. No podemos presuponer que, quien sabe usarlo, ante todo lo utilizará para matar. Igual debe suceder con el conocimiento de los procedimientos retóricos. No se puede o no se debe presuponer que, porque Albert Rivera ganó un concurso de debate con un discurso en el que defendía un asunto del que opinaba lo contrario, en sus debates políticos ha perdido toda credibilidad. (También se hizo un comentario al respecto en el mismo programa). De este modo, una vez más, se confunde lo que es un ejercicio para adquirir una habilidad social, como es lo que sucede con el discurso retórico que se practica en cualquier escuela de debate (donde la ética no tiene ningún papel), y su mal empleo posteriormente a la hora de la actuación política (donde sí que es fundamental la ética del político). ENTENDER LOS PROCEDIMIENTOS RETÓRICOS COMO INSTRUMENTAL PARA PERSUADIR AL PÚBLICO, a través de nuestros discursos sociales, DE TODO AQUELLO EN LO QUE CREEMOS, DE LA MANERA EN QUE VEMOS MEJORAR EL MUNDO, es la base de la retórica.

Resulta importante también que en nuestro discurso afirmemos nuestra personalidad (nuestra persona retórica es nuestra persona social), y más en el caso de alguien que se pretende como candidato a una presidencia del gobierno de su nación. La templanza debe ser cualidad imprescindible. Cuando Pablo Iglesias dice “no te pongas nervioso” está realizando una figura frente al público, una licencia. La licencia la definió ya en la Antigüedad romana el autor de la Retórica a Herenio de la siguiente manera:

«La licencia se presenta cuando ante unas personas a las que debemos respetar o temer decimos algo, en base a nuestro derecho, que las ofenda un poco o que parezca realmente criticar por alguna falta a quienes ellas estiman.» (Rhet. ad Heren. IV 36)

Iglesias debía respeto a sus contrincantes, no meterse en cuestiones personales. No era apropiado que le dijera a Rivera que tenía el baile de San Vito ni tampoco a Sáenz de Santamaría que estaría reventada con esos taconazos. Sin embargo se tomó la licencia de decir “no te pongas nervioso” a Pedro Sánchez y a los demás, perdiendo ese respeto presupuesto socialmente con la clara intención de decir que no tenían sus contrincantes el talante necesario para el papel que pretendían desempeñar. La licencia pudo volverse en contra, pero no fue así. El buen orador nunca tiraría una piedra contra su tejado, solo piedras de trayectoria bien medida por el arte retórica.

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