El «ecologismo de los pobres»

Con este término de “ecologismo de los pobres” el sociólogo portugués Sousa Santos se refiere a la respuesta que las clases trabajadoras deberían dar frente a lo que denomina “ecologismo de los ricos”. El primero estaría basado en una política económica no dominada por el fetichismo del crecimiento infinito y del consumismo individualista, sino en las ideas de reciprocidad, solidaridad y complementariedad, vigentes tantos en las relaciones entre los seres humanos como en las relaciones entre los humanos y la naturaleza (Sousa Santos 2013, “¿Reinventar las izquierdas?”, artículo descargado de su blog personal y del que damos cuenta en esta nueva entrada del blog).

FeriaEconomiaSocial
Cartel de la III Feria de economía social que los diferentes grupos sociales de la ciudad de A Coruña organizaron en 2015.

Por el contrario, el “ecologismo de los ricos” es el intento de defender el “capitalismo verde”, el intento de aceptar el reto medioambiental mientras no suponga un cuestionamiento del modelo de crecimiento y desarrollo capitalista, basado en la expoliación sin precedentes de los recursos naturales: explotación minera de gran escala a cielo abierto, explotación petrolera, expansión de la frontera agrícola, privatización del agua, expulsión de millares de campesinos pobres y de los pueblos indígenas para implantar cultivos a gran escala (como el aceite de palma, añadimos nosotros como ejemplo), deforestación, la aparición de enfermedades inducidas por la degradación medioambiental (con mayor incidencia de cáncer en determinadas zonas rurales), destrucción de la biodiversidad, ruina de modos de vida y de economías que hasta ahora parecían garantizar la sostenibilidad del planeta.

Las locomotoras de la minería, del petróleo, del gas natural, de la agricultura… son cada vez más potentes y todo lo que se interfiera en su camino y complique el trayecto tiende a ser aniquilado. Pero el “boom” de los recursos no va a durar siempre, por eso, desde el capitalismo hay que aprovecharlo al máximo, en el menor espacio de tiempo. El brillo del corto plazo, continúa Sousa Santos, ofusca las sombras del largo plazo. Cualquiera que se interponga en su camino es visto como ecologista infantil, campesino improductivo o indígena atrasado (fácilmente manipulables por las ONGs).

Para el capitalismo extractivista, en fin, la única regulación que consideran aceptable es la autorregulación, la cual incluye, casi siempre, la autorregulación de la corrupción de los gobiernos.

Sin embargo, ¿qué sucederá cuando termine este “boom” de los recursos? ¿cuando sea evidente que la inversión en “recursos naturales” no fue debidamente compensada por la inversión en “recursos humanos”? … ¿cuando los niveles de enfermedades ambientales sean inaceptables y sobrecarguen los sistemas públicos de salud hasta volverlos insostenibles? ¿cuando la contaminación de las aguas, el empobrecimiento de las tierras y la destrucción de los bosques sean irreversibles? … La ideología económica y política dominante considera estas preguntas escenarios distópicos exagerados o irrelevantes, frutos del pensamiento crítico entrenado para pronosticar malos augurios.

Como forma de contrarrestar este “ecologismo de los ricos”, Sousa Santos se dirige a las “personas de izquierdas”, quienes no solamente considera a los integrantes de los partidos políticos tradicionales de la izquierda, sino a gente de los movimientos sociales que luchan contra el capitalismo, el colonialismo, el racismo, el sexismo, la homofobia… y, en general, a toda la ciudadanía organizada que comparte alguno de estos objetivos.

Cualquier ciudadano con conciencia ecológica entiende que la manera de defender la naturaleza no es venderla y no cree que los problemas del capitalismo puedan resolverse con más capitalismo. Sin embargo, la respuesta de esta ciudadanía organizada está siendo tibia. Y cuando la democracia concluya que no es compatible con este tipo de capitalismo y decida resistírsele, quizás ya sea demasiado tarde. Puede que, entre tanto, el capitalismo haya concluido que la democracia no es compatible con él.

En este contexto, solo cabe la acción de movimientos sociales y organizaciones lo suficientemente valientes para dar a conocer el lado destructivo del modelo “neodesarrollista” y “neoextractivista” del capitalismo actual; dramatizar su negatividad y forzar la entrada de esta denuncia en la agenda política.

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