¿Por qué la corrupción no importa? (II)

El neurólogo argentino Facundo Manes define la corrupción de la siguiente forma: “[E]n un sentido social, como una creencia compartida, expandida y tolerada de que el uso de la función pública es para el beneficio de uno mismo, de la propia familia y de amigos. Pero no es una novedad de estos tiempos. Como bien describe el World Development Report de 2015, la corrupción ha sido la norma social por defecto en la mayor parte de la historia. El principio de que todas las personas son iguales ante la ley ha surgido progresivamente en la historia y en muchos países es todavía una tarea pendiente. La corrupción no es exclusiva de la especie humana (se han evidenciado conductas corruptas en chimpancés, abejas y hormigas). Entre los seres humanos, tampoco es exclusiva del poder político (aunque la hay) ni de los empresarios prebendarios (aunque los hay) sino también de la sociedad que a su medida, la ejerce o, al menos, tolera.” (http://elpais.com/elpais/2016/05/03/ciencia/1462289605_959427.html).

En las palabras finales de esta cita, nos parece está la clave de la pervivencia de la corrupción: la gente la tolera. Es lo que estamos comprobando bien en la política española tras las diferentes elecciones. Y un hecho que se constata, además, es su tolerancia mayor por la ciudadanía que vota a la derecha. Con todo, hay casos bien sonados en personas de izquierdas.

Panorámica del juicio por las tarjetas black
Protesta ante el juicio por las tarjetas black.

(http://elpais.com/elpais/2016/09/26/album/1474881488_675619.html#1474881488_675619_1474882810)

Los votantes de la derecha constituyen un grupo de población conservadora, con miedo a los cambios; por ello sigue votando a los de siempre, como la opción menos mala. La paradoja es que en España es la más acostumbrada a escuchar la ética católica (la del Evangelio), aunque que luego no parece tenerla en cuenta cuando acude a las urnas.

El Papa Francisco también ha escrito sobre la corrupción. En un pequeño libro que se titula Corrupción y pecado, define la primera como un estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir. Es un estado de apariencia, de elaboración de la realidad (“de cara de yo no fui, cara de estampita”), con mucha desvergüenza, aunque aparentemente lo admitido en el ambiente corrupto esté fijado en normativas severas de tinte victoriano. Y pone como ejemplo el siguiente: “Robar una cartera a una señora es pecado, y al ratero lo ponen preso en una comisaría, y la señora cuenta a sus amigas lo que le pasó, y todas concuerdan en lo mal que anda el mundo, y que las autoridades tendrían que tomar medidas, que ya no se puede salir a la calle… y la señora en cuestión, la asaltada por el ratero, ni piensa en cómo su marido –en los negocios– estafa al Estado no pagando impuestos, y despide a los empleados cada tres meses para evitar relación de dependencia, etc. Y su marido, y ella también quizá, en las reuniones hacen gala de estas mañas empresarias y comerciales; a esto llamo yo desfachatez púdica… Ha transitado el camino que va desde el pudor a la desfachatez púdica”.

Sigue diciendo que un corrupto instala una mentira, una mentira a la vida. Proyecta su propia maldad sobre los otros (al ratero, como decía la señora a sus amigas). Otras veces, el corrupto somete su vicio a un curso acelerado de buena educación, esconde su tesoro verdadero, reelaborándolo para que sea aceptado socialmente. Así comienza por la veleidad y la frivolidad, hasta concluir en el convencimiento, totalmente seguro, de que es mejor que los demás (en este punto, el Papa recuerda lo que decía el fariseo cuando veía al publicano arrepentirse de sus pecados: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones…”).

Sin embargo, en este libro distingue bien entre el pecador y el corrupto. En el tiempo de Jesús, fueron pecadores Zaqueo, Mateo, la Samaritana, pero no eran corruptos (estaban abiertos al perdón). Los corruptos eran los fariseos, los maestros de la ley, Herodes, Pilatos… De este último dice que trató el tema de la condena a Jesús como un asunto que no le tocaba, y por ello se lava las manos, pero en el fondo lo hace para defender su zona corrupta de adhesión al poder, a cualquier precio.

Por tanto, la corrupción parece situarse en el plano de la ética (cada cual la suya o la de su grupo social), y ésta hay que formarla y ponerla en práctica.

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