La experiencia de alquiler con un rentista burgués

En esta entrada volvemos al género de la narrativa para dar cuenta de la experiencia de una mujer que alquiló un piso en Barcelona. Comenzaba así su experiencia con un piso que, ubicado en un bloque antiguo, era todo él propiedad de un burgués, aunque gestionado por Fincas Abarca. A lo largo de los nueve años que ha durado este contrato, ha podido constatar algo de cómo se mueven los hilos del alquiler en esta ciudad, sobre todo una de sus consecuencias menos éticas, el sobreprecio.

Esta persona eligió este piso por la cercanía con el piso de un familiar, con lo cual no le era fácil el cambio, a pesar de que pronto empezó a ver cómo se manejaban las empresas dedicadas a este negocio.

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Primero fue el contrato, de 650 euros para un piso relativamente pequeño y antiguo. Tenía experiencia de los contratos entre particulares, pero no cuando había por medio una empresa. El día de la firma pudo comprobar que el dueño de su piso (aunque siempre ausente) y Fincas Abarca le incluían más cosas en el contrato que le habían indicado en el acuerdo verbal. A cargo del inquilino:

  • La adquisición, conservación o sustitución de los contadores de suministros (no solo el consumo).
  • Los gastos de conservación y reparación de las instalaciones de agua, electricidad, cocina, baño, fregaderos, lavaderos…; es decir, todo.
  • Cobro por una parte del IBI.
  • Cobro de un seguro del piso, con una aseguradora que se le imponía, aunque luego pudo cambiarla con el fin de buscarse una institución ajena a Fincas Abarca, dado que ambas compartían incluso la misma sede.
  • Incremento anual según el IPC.

Cuando se le acabó el contrato, procedió a su renovación y, al mismo tiempo que con el incremento a 675, comprobó, para su sorpresa, que la renovación incluía otra mensualidad añadida, en concepto de renovación del contrato; es decir, era el precio que había que pagar por el servicio de firma de un documento tipo con Fincas Abarca que duraba apenas media hora. ¡Nada menos que una mensualidad! Ahora entendía el trasiego continuo de los nuevos inquilinos; se marchaban cuando tenían conocimiento de lo que implicaba la renovación del mismo.

En los primeros años de su contrato pudo constatar también cómo se resentía el mantenimiento de la escalera, de la terraza e incluso de la parte estructural del piso; justo la parte que corresponde al arrendador. Sencillamente, el dueño burgués o Fincas Abarca buscaban rentabilidad. Cuando una vez preguntó a unos vecinos quién era este propietario, le contestaron que una persona que había heredado pisos de su familia con el dinero del comercio con África. Y que ahora vivía de las ganancias. Se acordó de los datos históricos: los negocios de la burguesía catalana en el comercio de materias primas desde África a Cuba, incluso el comercio de esclavos.

Y, sobre todo, se acordó de la novela de Pío Baroja, Las inquietudes de Santi Andía, la historia de un marino que había trabajado en estas rutas comerciales: “Para aquellos hombres [los marinos], la moral era una cuestión de paralelo. El mar era el más grande escenario de los crímenes y las violencias de los hombres” (p. 14, Ed. Espasa Calpe). Lo importante eran las ganancias; eran la oportunidad para afianzar el poder de la burguesía (y luego de sus descendientes) en cada uno de los territorios en España.

Voviendo al tema del propietario del piso y de Fincas Abarca, las ganas de rentabilidad eran tantas que, ante un problema de entrada de agua en una ventana por una tormenta fuerte, Fincas Abarca quiso hasta malinterpretar la decisión del seguro que la inquilina había contratado por su cuenta (se recordará que era obligatorio). Cualquier cosa menos aceptar que la madera de la ventana se había deteriorado y por ello entraba agua en caso de lluvia intensa. El absurdo al que llegaron en su contraargumentación fue tal que dejó bien en evidencia la máxima del dueño y de Fincas Abarca: invertir lo mínimo en la conservación del edificio y siempre que se pueda cargárselo al inquilino con la excusa de ser parte de deterioro por el uso. Cuando la inquilina les dijo que por esto no pasaba y que pondría una denuncia, reaccionaron inmediatamente.

La pandemia precipitó el final de este contrato porque también era, como se ha indicado, una situación provisional por un tema familiar. En la última renovación tuvo que aceptar una subida de más 100 euros: 780 en total. Todo ello ha sido una buena experiencia para ver cómo funciona el negocio abusivo del alquiler en Barcelona.

Ahora hay nuevas posibilidades de asesoramiento para los que buscan piso, como el sindicato de inquilinos. Es imprescindible conocer su experiencia y recibir previamente su asesoramiento porque en el otro lado hay gente muy poderosa y sin escrúpulos que no ve la vivienda como un bien de la ciudadanía, sino un negocio sin límites, a costa de lo que sea.

Más información del sindicato de inquilinos: https://sindicatdellogateres.org/

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