Coloquio sobre economía social (o eco-social) – agosto 2016

El pasado 18 agosto, un grupo de personas de la comarca de La Mancha, involucradas en la economía social, organizamos en Mota del Cuervo un coloquio para conocer lo que cada uno hacemos en relación con esta temática. Al mismo tiempo también, cada uno de los participantes explicó qué entendía por economía social (o eco-social). En esta entrada hacemos un resumen de sus distintas intervenciones y, en algunos puntos, el debate generado.

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María, de Villares del Saz: Expongo mi opinión desde el proyecto de agro-ecología que poseemos mi familia, una ganadería de tipo tradicional (salimos al campo cada día), algo de olivar, y desde hace tres años tenemos un taller de lácteos porque queremos trabajar también la producción primaria, enseñar a trabajar con ella. Y, con ello, lo que queremos como campesinos y campesinas es aprender a trabajar en red; además esto es muy importante tenerlo en cuenta en la zona de Cuenca en la que nos situamos, porque nos estamos moviendo en un radio amplio de entre 50 y 100 km. Lo que hacemos en el tema de la economía social es algo que se hacía siempre (a ninguna persona mayor le suena extraño lo que hacemos), pero que se ha perdido. Se ha producido una brecha generacional entre esas personas mayores y los que estamos empezando otra vez, a nuestros treinta y pico. Nosotros queremos aprender de los mayores del pueblo, al mismo tiempo que innovar aprendiendo de otros colegas de ahora.

Esperanza, de Mota. Como investigadora la economía social, entiendo esta economía, en primer lugar, como una forma más humana de economía y trabajo, en la que la gente pueda generar lo necesario para vivir dignamente. Para ello tiene que haber no solo productores que trabajen en la producción agro-ecológica, sino consumidores (de las ciudades y del rural) que se comprometan a comprar estos productos locales. La economía social recupera la relación entre productores-consumidores. Pero para ello es fundamental la educación: hoy hay mucha gente que ya no sabe comprar fuera de los supermercados.

En segundo lugar, la economía social apuesta seriamente por el ámbito ecológico, como forma de resolver el tema tan urgente del cambio climático; hay que volverse a replantear la agricultura, la forma de producir, especialmente en La Mancha que puede avanzar hacia la desertización en pocos años. No hay que tener miedo a decirle esto a la gente; incluso explicarle que hay que reducir el espacio de la agricultura para dejárselo a la reforestación, recuperando quizás productos tradicionales del bosque para incorporarlos otra vez a nuestra alimentación. Sobre este tema, María añade que en su zona la gente recuerda que había muchas plantas comestibles silvestres, pero se dejaron de recoger con la aparición de los pesticidas.

Antonio. Soy agricultor ecológico en El Provencio, empezamos nuestro proyecto familiar simultáneamente al de Villares del Saz y hemos ido convergiendo conjuntamente. En mi experiencia de estos años, la agricultura ecológica tiene que redefinirse, ha de orientarse hacia la agro-ecología, que incluye la pata medioambiental, en cuanto forma de producir más respetuosa con el medio, pero también otras dos patas: otra social importante, y otra política. Lo que estamos haciendo es poner en práctica otro modelo, un modelo político distinto.

Cuando empezamos a establecer redes, nos integramos en la Alianza por la Soberanía Alimentaria, en Castilla La Mancha. ¿Qué es el concepto de soberanía alimentaria? Es la capacidad que tenemos los pueblos de ser dueños y decisores de nuestra alimentación; comemos lo que queremos comer, comemos lo que producimos, intentamos completar ciclos; no comemos lo que nos presentan. Ha cambiado mucho la alimentación que nos presentan y también lo que se produce. Hoy un agricultor solo piensa en la exportación; incluso todas las ayudas van enfocadas a eso. Y lo que comemos aquí son alimentos que se producen en otro lugar. Pensemos en la huella del carbono de esos transportes, eso ya daría para una buena reflexión.

Pero la soberanía no es solo la alimentaria, también hablamos de soberanías energéticas, de producción, de las propias semillas porque estamos perdiendo casi todas nuestras variedades tradicionales, justo las que más se adaptan a nuestra tierra y se adaptarán mejor al cambio climático. El cambio climático no solo hay que paliarlo; es consecuencia de nuestra forma actual de vida y desde la agroecología hay que hacer una aportación seria a este tema.

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En el tema político, también han surgido muchas luchas con la administración, con el fin de que acepten el reconocimiento del pequeño productor, sin tener que estar de forma ilegal. Por ejemplo, este año en la solicitud de la PAC, uno ya no puede decir que tiene un huerto que produce de todo; en su lugar, hay que incluirse en el apartado de un solo producto, el que más tengas: melonero solo, patatero solo, etc. El concepto de huerto, de producción completa, lo han quitado en el registro de la PAC. De ahí que el espacio de la economía eco-social es realmente un tema totalmente político. Y parece que, en este momento, el pueblo se está empoderando y es cada vez más consciente de que esta lucha tiene que partir de nosotros mismos.

Pedro, de San Clemente. Desde hace un año tenemos una cooperativa de trabajo social, con una pequeña tienda en Villarrobledo, en la que de momento somos dos socios colaboradores; y nuestra idea es apoyarnos en los pioneros, que han sido María y Cesco, y Antonio e Isabel, y establecer redes con ellos.

Para mí, la economía social se diferencia, fundamentalmente, de la economía capitalista en el tema de la acumulación, del beneficio. Este es el punto principal que hace que el capitalismo no pueda ser transformado. En la economía social el beneficio siempre tiene que repercutir en el trabajo, pero no se acumula monetariamente, más allá de cubrir las necesidades de las personas que trabajan en ella. Y desde este punto de vista creamos una cooperativa de trabajo social, con la idea de desarrollar un consumo estable (todo el año) de productos sanos, saludables y éticamente sostenibles. Tenemos el problema de que vivimos en pueblos pequeños, en donde hay poca gente, y distantes entre ellos. Empezamos así en este contexto a crear una logística propia de distribución de los diferentes productos de un sitio a otro, y tener un abanico suficiente para que la gente se anime a un consumo estable. Si hay más gente consumidora estable (“socios colaboradores-consumidores”), otros proyectos nuevos podrán irse desarrollando. Esta, creemos, es una forma clara y viable de fijar población en nuestro territorio, una zona que poco a poco se va despoblando. Y no solo pensamos en temas alimentarios, sino incluso temas culturales, que están cada vez más olvidados por las administraciones. La idea final es que este proyecto vaya avanzando hacia la integralidad, por ejemplo, incluyendo otro tema tan fundamental como el de las energías (electricidad, calefacción, etc.); pero poco a poco y siempre desde la iniciativa de las personas.

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Feliciano, de Mota. Hablo ahora desde el punto de vista del consumidor. Las dos piezas clave del cambio social son los productores y los consumidores. Y llegar a la idea de consumo responsable: que cuando consumes no te tengas que basar en el precio, solo en lo que te presentan, sino comprar con valores: un producto local, respetuoso del medio ambiente, que no haya generado explotación laboral. Esto implica que el consumidor se hace responsable de la cadena completa.

Aquí en Mota intentamos una cooperativa Ítaca, que al final no ha salido bien, pero de los fracasos también se aprende (sabiendo, además, que en nuestra cultura no está bien aceptado el fracaso, no así en el  mundo anglosajón); y esto es lo que hemos intentado hacer después de su disolución, aprender. Quizás creamos una estructura demasiado grande de cooperativa integral, con socios que no estaban muy convencidos; para hacer cambios sociales hay que empezar por el cambio personal de cada una de las personas integrantes, así este cambio personal puede dialécticamente alimentar mejor el trabajo en grupo. Es muy difícil cambiar la dinámica que nos guía ahora como consumidores: el principio del precio; la diferencia del céntimo llevada hasta el extremo, que en algunas personas puede ser legítimo por necesidad, pero en otras por falta de conciencia. “Compro y no pienso”. También nos dejamos llevar por un principio del confort y por la apariencia visual de los productos. Y luego nos falta el principio de la cooperación, saber actuar en grupo; hemos dejado que el estado y el mercado nos resuelvan los problemas, pero cuando queremos transformar la sociedad de verdad (porque no se transforma solo con los votos, sino con las experiencias del día a día), al final salen nuestros egos, nuestra forma de trabajar de manera individual, lo que imposibilita los consensos.

Lo positivo es que estamos ahora intentando crear un grupo de consumo, se llama Serendipia (el nombre es tan raro que ahora sí que tiene que triunfar), una simple asociación con una estructura más ligera, en proceso de legalización; somos pocos y queremos ser pocos, y cuando nos vayamos afianzando podrá ir entrando gente siempre que comparta nuestros valores. No queremos ser elitistas, pero queremos gente convencida. Así hemos recuperado la ilusión para intentar un nuevo proyecto, como forma de aprender de lo que no ha funcionado.

Sobre este punto, Pedro añade que hay que tener en cuenta que esta zona es compleja, tiene poca gente concienciada y está dispersa. María añade que el pueblo de Mota en este sentido es privilegiado porque tiene todos los servicios; en su pueblo la gente se ha tenido que acostumbrar a comprar a través del servicio de una furgoneta que pasa una vez a la semana. Por tanto, los proyectos de consumo iniciados pueden servir para que estos pueblos sigan vivos, porque producen localmente y sus productos se distribuyen por la zona. Si en algunos pueblos dependen de quien vaya por allí, también podemos ir nosotros.

Aroa y Manu. Nosotros somos de Socuéllamos, los últimos que nos hemos apuntado al proyecto de la red de productores (nos habíamos conocimos en un encuentro de soberanía alimentaria de la zona), y hemos iniciado una panadería. Llevamos un año haciendo pan para la cooperativa, intentando también la legalización de un obrador; con este ya podremos vender al público en general. La estructura jurídica del obrador nos permitirá, por ejemplo, que si alguien quiere hacer conserva de algo, que tenga la posibilidad de hacerla con registro sanitario de dicho obrador. También tenemos una huerta y ella nos permite intercambiar los productos que nos sobran o que nos faltan. Además, precisa María, hay productos, como los huevos, a los que el lobby de la industria ha puesto tantas trabas sanitarias, que no queda otra que su intercambio entre los socios de una cooperativa para poderlos sacar adelante.

En la economía social entramos de golpe, prosigue Manu, porque nos fuimos al campo a vivir, tras nuestro paso por la ciudad para estudiar. Empezamos a trabajar en ello, por lo tanto a experimentarlo, y conceptualmente el término casi lo hemos conocido esta tarde. De todas formas, siempre hemos tenido claro que teníamos que trabajar con los productos locales.

Antonio precisa que con el tema del obrador entramos en otro escollo, dejamos agricultura y entramos en sanidad, que tiene las competencias en la elaboración de productos para su comercialización. Aquí hay un problema grande y es que toda la legislación está pensada para las grandes industrias agro-alimentarias, no para los pequeños. Empezar un proyecto desde lo pequeño es casi imposible porque te asfixian. En una quesería, casi tienen las mismas exigencias la fábrica de queso Forlasa que María y Cesco. Hay que ir buscando los entresijos que deja la legislación (en este caso la Unión Europea) y aquí está la figura del obrador, que asume el concepto de artesano y la posibilidad de la comercialización para la venta directa (sin intermediarios). Por ello, nuestro trabajo es también el de formar a la administración para crear criterios nuevos que permitan el desarrollo de nuestras iniciativas más pequeñas. Lo importante es encontrar aliados también en estas instituciones, funcionarios que se crean nuestros proyectos. Pero en realidad, continúa Antonio, la figura del obrador no es nada nuevo, es recuperar fórmulas sostenibles que ya teníamos aquí en la zona y se han perdido; recuerdo a mi madre ir a hacer las madalenas y a asar los pimientos al horno; en algunos pueblos había también mataderos comunitarios, así que, como vemos, son fórmulas ya inventadas. Ahora eso hay que hacerlo casi ilegalmente porque no te lo permiten; por ello, aunque no queremos, tenemos que desafiar algo a la administración con ciertas insumisiones para que empiece a tenernos en cuenta.

Carmen, de Mota. Cambiamos un poco de tercio porque yo quiero hablar de la Plataforma “Queremos nuestra Caja”, una asociación legalmente; lo que pretende es recuperar lo que era una cooperativa de crédito (banca social), que fue intervenida [ver entrada en este blog la entrada “La defensa del “común” tras la intervención de la Caja Rural de Mota del Cuervo (I)”]. El empeño es difícil, estamos en los tribunales, pero queremos recuperarla porque sobre todo lo que queremos es no perder la dignidad. En la caja éramos al mismo tiempo socios y clientes, una característica que, creo, es propia de la economía social, el ser socios y banqueros al mismo tiempo. En nuestra opinión, la intervención se hizo de forma ilegal e injusta, liquidaron todo en un único día (de ahí nuestro pleito en la Audiencia Nacional contra la decisión del Banco de España); también queremos recuperar la fundación, que gestionaba el patrimonio de nuestra Caja (ej. el pinar del Cerro Mingote, 17 ha., el Centro Médico, etc.), ahora en manos de Globalcaja (este es el segundo pleito en el Tribunal Superior de Castilla La Mancha). Además está la batalla aquí en el pueblo, con nuestro ayuntamiento y con nuestros vecinos para que este tema no se olvide y se defienda lo que todos consideramos nuestro y que votamos en asamblea en contra de la intervención un 86% de los socios. Legalmente la asamblea es soberana. La votación fue mayoritaria, pero la defensa posterior para su recuperación ya no ha sido tan mayoritaria. Con nuestra lucha estamos tratando de recuperar lo que era un bien comunitario de todos los moteños (incluso de los pueblos pequeños de alrededor), sobre todo la fundación, con una colaboración muy estrecha con el ayuntamiento y el asociacionismo cultural. Para nosotros, es injusto que esté ahora en manos privadas, de Globalcaja.

Lo que nosotros defendemos tiene también un carácter social; ecológico, creo que menos, en el sentido estricto, pero sí ecológico en cuanto que es del terruño; además, ha mantenido una zona verde en el Cerro Mingote, conservada porque se comunalizó y se hizo patrimonio del pueblo.

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De estas cajas rurales, alguien puntualiza, había tres en la zona y ahora solo quedan dos. El Banco de España las intentó intervenir, pero tuvieron suerte y aún siguen vigentes. En la nuestra, el Banco de España argumentó que estaba el riesgo el patrimonio de los accionistas, pero nosotros defendemos que una caja como la nuestra no tenía accionistas, éramos todos socios-propietarios. Es decir, se ha intervenido la caja con argumentos que se aplican a las grandes instituciones financieras, inaplicables a casos como el nuestro. Nosotros somos socios y clientes, y lo que nos interesa es tener un servicio privilegiado, como es el acceso al crédito en condiciones ventajosas, sin comisiones abusivas. Lo que queríamos era esto, no tanto el reparto de beneficios, como sucede en la banca capitalista (y ahora con Globalcaja). El argumento del Banco de España para intervenir es que se habían dado créditos, actualmente, en riesgo de impago; sin embargo, se ha demostrado también que no era así, simplemente algunos de estos créditos tenían defectos de forma, les faltaba alguna firma, tasación, etc. En general, en este tipo de créditos hay pocos impagos, porque la gente que los ha recibido tiene patrimonio en la zona y siempre puede responder con él. Además, en el estudio de un perito independiente, en los últimos años nuestra caja siempre había estado por encima de los parámetros considerados para la solvencia de una entidad; incluso por encima de Globalcaja. Es decir, nos ha absorbido una entidad que está peor que nosotros.

Alguien le pregunta si hay datos de la actividad económica del pueblo posterior a la intervención, porque sería un buen indicador para ver en qué ha afectado la intervención. Carmen contesta que este objetivo supera los objetivos de la Plataforma, aunque sería interesante si alguien se anima a hacerlo, ya que la Caja Rural ha sido un poco el motor de la economía local.

Primitivo, de Mota. En cuanto miembro de la Plataforma, lo que necesitamos es reflexionar sobre el papel de las personas como miembros de este tipo de asociaciones, la Caja, la cooperativa Ítaca, las tiendas cooperativas que hay en el pueblo, etc. Nos hemos olvidado un poco de lo que es el fin social. En el caso de la Caja, por ejemplo, se dieron unos préstamos grandes, arrastrados por el movimiento de desarrollo inmobiliario. Cuando se está en organizaciones de este tipo, hay que ser muy vigilantes y hay que estar muy al tanto para que el comportamiento del capital no te influya. Hoy la mayor parte de las cooperativas no tienen nada más que el nombre; por ejemplo, en nuestro pueblo, el socio de las cooperativas del vino (con unos 2.500 socios) y del ajo lo único que quiere es aumentar su producción, hasta los 500.000 mil kilos, para venderlos fuera. Por tanto, en poco tiempo, la cooperativa va a quedar en manos de un reducto de agricultores y se olvida el fin social de que todo el resto de socios tiene que comer y tiene que vivir. Las cooperativas se crean en su momento para defender a los pequeños agricultores, justo lo contrario de lo que tenemos hoy. En cuanto al tema de Ítaca de antes, por qué fallamos, porque generamos unos gastos que luego no se correspondían con los ingresos. Desde dentro de estas organizaciones, hay que ser muy prudente y llevar el pie bien sentado para avanzar poco a poco; si no, nos hacemos víctimas del desarrollo que tenemos.

En mi caso, yo he sido agricultor, he sembrado ajos en tierras arrendadas, y ahora jubilado me he involucrado en todas estas nuevas iniciativas; quiero tender a consumir lo más ecológicamente posible; en mi familia, queremos recuperar todas esas cosas de las madalenas, pan casero; pero cuando hemos estado criando a la familia, los estudios de los hijos, no nos podíamos arriesgar a no tener una producción mediana, para ello teníamos que acudir a los tratamientos químicos, aunque siempre los mínimos.

Pedro puntualiza que este es el punto fundamental en este tipo de iniciativas nuevas, que comienzan en precario. Hay que buscar fórmulas para que esto cambie, sobre todo el apoyo mutuo, la creación de redes. Porque sigue siendo un trabajo de resistencia frente a la economía capitalista. Al respecto, Esperanza señala que también hay que pensar en iniciativas nuevas para generar beneficios, por ejemplo, hacia el eco-turismo, no solo para vender más a los que vengan, sino para trabajar el tema de la sensibilización; no hay que olvidarse que la parte educativa ahora es fundamental. Aroa añade que ellos han puesto en marcha una iniciativa de eco-turismo, para que venga gente a trabajar con ellos en su huerta; y es interesante porque ha venido gente extranjera; también de no tan lejos, de Argamasilla; suele ser gente joven, con ideas novedosas y se aprende mucho de ellos. Incluso se está utilizando con el objetivo de aprender lenguas. Antonio añade que ellos están pensando en iniciativas de “crow-farming” (financiación con pequeñas cantidades) para apoyar proyectos en la agricultura y la ganadería; una especie de “apadrina una cabra”. Son iniciativas nuevas que van saliendo y que tenemos que irlas adoptando. Esto sí que es nuevo, a diferencia de lo que hablábamos de los obradores.

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Pero volviendo al tema de la producción natural, Antonio puntualiza que desde que lleva en el pueblo, sus colegas agricultores le han puesto todas las etiquetas posibles: ecologista, hippie, etc. En mi caso, considero que estas etiquetas lo que me hacen es una persona libre, pero también con ello voy entrando más en la idea del decrecimiento; un concepto interesante para aplicarlo y traerlo aquí. Para mí el decrecimiento me ha llevado a hacerme grande, poder llegar a decirle al consejero de agricultura unas cuantas verdades: “no eres competente para mí, no necesito tus subvenciones”. Porque tenemos otro tejido social, el desarrollo de otro modelo, que nos permite no tener que entrar en la economía a gran escala, que me haga vivir como no quiero hacerlo; y producir como no quiero producir. Lo puntualizo para no ver solo los problemas, sino también lo positivo de nuestra actitud; cada vez estamos más y es un proyecto en marcha, creciendo. Si somos capaces de vernos bien en la dimensión que tenemos, lo pequeño es una ventaja. Los modelos de consumo Nekasarea, del País Vasco, siempre me han parecido interesantes; en principio, siempre están entre 25 y 30 socios; empieza un grupo y cuando llega a 30, para no seguir creciendo, se parte y se hacen dos de 15, que siguen a su vez creciendo; así no se pierde la cercanía, las relaciones personales. Este tipo de economía no piensa tanto en ir a lo grande, sino en la multiplicación de experiencias. El problema es que todos estos mini-grupos trabajen aisladamente y no colaboren entre ellos. Lo que mejor funciona en estos casos es el boca a boca, pasar la información y la producción a nuestros vecinos.

Esto también nos permite plantearnos el tema de los precios. ¿Qué precio ponemos a nuestros productos? Nosotros lo que queremos es hacer en ecológico, pero para que lo pueda comprar cualquiera, no algo elitista. Lo que queremos es que mi vecino, que no tiene recursos, no pueda privarse de comer ecológico, en cuanto sinónimo de sano.

Primitivo puntualiza que hay que ir a tipos de explotaciones ecológicas que sean rentables económicamente, independientemente de que le ayudemos con el turismo. Y para eso, como no se le haga pensar al estado lo social, como el estado desde arriba no vea más que la productividad, mal vamos; como en el ejemplo de los productores grandes que os he comentado antes de nuestra cooperativa; tiene que haber un tipo de explotación media apoyada, en función también de si tiene más hijos o menos. Hoy en el tema de la PAC, te dan por tener; si a la duquesa de Alba le daban por varios pueblos que tenía, fijaos si todo ese dinero podría haber revertido en ese tipo de explotación media para que la gente pudiera haber vivido mejor. En vez de que cada vez más agricultores tengan que dejar el campo, porque no le es rentable su explotación, lo que hay que hacer es que el estado se acerque a esta gente y les ayude para que no lo abandonen.

Carmen añade que a este estado lo elegimos todos; por tanto, por parte de la ciudadanía tiene que haber más conciencia para incluir estos temas en nuestras reivindicaciones. Primitivo puntualiza también que la gente de estas pequeñas explotaciones debe darse cuenta de que dentro de unos años puede desaparecer, que lo del cambio climático va a marchas forzadas y que no todo el mundo va a tener agua para sondear. Antonio añade que, a día de hoy, no hay que esperar solamente a que el estado lo haga porque el cambio no se vislumbra desde su parte y nos falta la masa que pueda hacer cambiar al estado con los votos. También porque el futuro no está ya en la agricultura industrializada, la de la revolución verde; es la que ha hecho que nuestros pueblos sigan yendo para abajo, que la renta del agricultor se haya ido por los suelos y que dependamos de una subvención. Además, los lobbies que hay en Bruselas en el ámbito agro-alimentario son muy poderosos; la solución es trabajar mucho la base de la población. Es necesario concienciar más a la población, que no nos cambien a nosotros, puntualizan algunos participantes.

Y otro punto para sobrevivir es la diversificación de los cultivos, señala Antonio; si queremos vivir solo de producir ajos y vino, entonces estamos abocados a seguir las directrices de la PAC, y de los gobiernos estatal y regional. Cuando hablan de las “variedades mejorantes”, hay que puntualizar que es mejor las “variedades mejor antes”, es decir, las tradicionales. Nos están llevando como a los toros, como quieren, y tenemos que ser inteligentes para hacer otro tipo de agricultura. Como no gasto agua en mis cultivos, soy sostenible; los jornales salen de mi familia o de mis vecinos, por tanto, contribuyo a la dimensión social del cultivo que se está perdiendo en el caso de la viña, no he tenido que descapitalizarme para asumir una maquinaria que tengo que ir amortizando, etc. Primitivo añade que aun con esa perspectiva positiva, hay mucha gente que se ha quedado en el camino, por eso hay que cambiar también las políticas desde arriba.

Pedro vuelve a recordar los objetivos de la economía capitalista basada en la acumulación en pocas manos, la sobreexplotación de los recursos aumentando las cantidades de la producción, de las ventas. Por tanto, es la lucha la que tenemos que poner por delante, ya sea en diferentes grupos o colectivos (contra el fracking, el cementerio nuclear, etc.), con el fin de contrarrestar la tendencia del capital de las últimas décadas. Y aquí además tenemos el problema de la acumulación de la tierra, del “aguateniente”, el que tiene el acceso a los pozos para el riego, porque vamos a tener problemas de agua, si no los tenemos ya muy serios en algunos pueblos.

Carmen añade a este debate que una solución es volver a la naturaleza y fijarnos cómo funciona, y no creernos constantemente el mensaje con el que nos bombardean de que los grandes funcionan mejor y se adaptan mejor. ¿Un elefante se adapta mejor que una hormiga? Lo nuestro es ofrecer alternativas a este discurso dominante, sin olvidar que vamos contra-corriente. La economía se inventó para gestionar los recursos que son escasos y el dinero para gestionar el comercio, no para cargarse a las personas. El capitalismo desbocado, en el que estamos ahora, es una barbaridad; hay que compensar los grandes errores del capitalismo, está fuera de toda lógica y de todo control. Estos grandes banqueros ¿se han comprado ya una parcela en Marte para irse a vivir allí? Porque de momento viven en el mismo planeta que yo; se van a encontrar con los mismos problemas que yo en el tema del cambio climático. Quieren hacernos creer que los de abajo no podemos cambiar nada; como el caso de la Caja, una vez que es un hecho consumado la intervención, ya nadie se mueve. Cuanta gente nos ha dicho, “estoy de acuerdo con lo que reclamáis, pero yo no me voy a poner en contra del PP regional ni del PP estatal”. Poca capacidad de cambio tenemos, pero si esta no la ponemos en marcha, conseguiremos mucho menos. La batalla que no se da es la que está perdida. Y sobre todo queremos mantener nuestra dignidad, quizás si me quitan el plato para comer o me ponen una pistola me tendré que callar, pero, si no es así, al menos que siga con mi capacidad para moverme en contra de sus decisiones.

Esperanza insiste que esta lucha es necesaria, pero hay que ser también prácticos en diversificar la producción para incrementar los ingresos y ofrecer la entrada en la economía social a los jóvenes en paro o con trabajos en precario, muchos de ellos viviendo en las ciudades o en la emigración. Hay que facilitárselo, porque está en juego además la despoblación de muchos de los pueblos, sobre todo en la provincia de Cuenca. No podemos dejar de lado la educación ambiental, la re-educación de la población en la economía social. De las facultades no esperemos todavía gran cosa, muchas de ellas aún están totalmente volcadas en el capitalismo.

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img-20160819-wa0007 Fotos del taller de reciclado, previo al coloquio.

Antonio puntualiza que la economía social ofrece alternativas más humanas y, por tanto, no se necesita en ella tantos recursos monetarios como en la capitalista; en su lugar, se recurre más a la donación, al intercambio de trabajos, etc. El reconocimiento y la autoestima surgen del mismo trabajo; yo muchas veces digo que más que agricultor soy campesino, porque realmente vivo del campo. Pedro añade que también, además de la economía de servicios (como sería el turismo), hay que pensar en la economía de productos básicos elaborados; productos derivados de todo lo que se saca aquí. Tenemos el primer sector, que es el campo, y de aquí tendrían que salir muchos otros productos derivados (ej. conservas) para distribuirlos en la zona con un precio asequible. Esto sí que nos puede generar cierta riqueza a repartir. Con ello, estamos privando de nuestros ahorros a los grandes, a los que pueden hacer ofertas ahogando a su vez a otros productores. Estos grandes son también los que hacen los lobbies para conseguir los cambios legislativos a su favor. El céntimo que nos ahorramos comprándoles es una trampa que nos ponen. Por ello, es fundamental producir aquí, elaborar los productos aquí e intentar que su venta sea también aquí para abaratar su precio. Sé que esta actitud es difícil si no llego a fin de mes, tengo un sueldo bajo y tengo que buscar las ofertas, pero hay que buscar e inventar otras fórmulas para hacer la social más viable: hacer uso del trueque, el intercambio de productos, etc. Y no solo con productos, sino también con servicios: reparaciones tecnológicas, por ejemplo, de las placas solares, a cambio de suministro de la cesta básica por un tiempo.

Feliciano añade que entonces la herramienta principal es el grupo de consumo con el fin de que los productores puedan vivir dignamente, siempre dentro de los parámetros de la economía social, que estabais explicando, sabiendo que se va a necesitar mucha menos moneda. Los grupos de consumo pueden prescindir del supermercado porque actúan conjuntamente, en relación directa con los productores. Incluso mucha gente individual puede aceptar también esta relación directa con los productores porque les ofrecen productos de más calidad, con valores. Estas redes se facilitan ahora también con la tecnología de internet. Pero también, añade Carmen, va bien que hubiera un espacio físico y un día concreto para materializar la llegada de esos productos; por ejemplo, en Mota el martes, que es el día del mercado local.

Pedro contesta que esto ya lo ofrece la cooperativa; por correo electrónico enviamos un formulario a los consumidores, estos lo rellenan y una vez por semana servimos a los distintos pueblos de la comarca. Por Mota pasamos siempre una vez por semana porque es un camino de paso de nuestra ruta. Incluso, si tenemos peticiones, podemos pensar en suministrar productos de otras comarcas (naranjas, plátanos, etc.), cuyos transportistas van de paso hacia Madrid; están también los productos de comercio justo, algunos podemos suministrarlos a quienes nos los pidan con antelación (ya los tenemos en nuestro listado). Solo hay que organizarse en el día y en un lugar concreto una vez por semana; este lugar puede ser itinerante, cada vez en una casa. De este contacto entre productores, logística y consumidores va surgiendo la necesidad de la información y la formación. Hay también consumidores que tienen pequeños huertos y en algún momento pueden ellos ofrecer sus productos, a cambio de otros. Cada grupo se organiza como mejor le va. Además estamos pensando en lanzar lo que llamamos la “certificación participativa”, para pasar un poco de los certificados ecológicos. Hay gente que está empezando y no puede pagar un certificado legal de este tipo, pero está produciendo respetuosamente. Entonces el grupo le certifica internamente que sí está cumpliendo las condiciones de la agro-ecología.

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Hay muchos temas aún pendientes, que iremos resolviendo con el contacto, como el tema de los envases, poder generar cada vez menos. El tiempo se nos ha echado encima, pero seguimos en contacto. Intentaremos incluir toda la información que vayamos generando en una nueva página de Facebook que hemos creado: “Economía eco-social de Mota y alrededores”. Para peticiones de productos y más información sobre la cooperativa de consumo:

www.cooperativalamancha.es / laentrevera@cooperalamancha.es

Facebook: entreveracooperativa / 678 458 529 y 644 388 790

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